[CRÓNICA + FOTOS] MARISSA NADLER EN La [2] de Apolo: Caricias afiladas

MarissaNadler_PORTADAMartes 7 de octubre, La [2] de Apolo: noche de folk elegante de la mano de la misteriosa Marissa Nadler y su aura de hada oscura. Con la sala acondicionada para que el público disfrutara del concierto cómodamente sentados, unas setenta personas nos reunimos en silencio para una especial celebración en petit comité, preparados para pasear de puntillas por el mundo onírico de una de las cantautoras más valientes y especiales del panorama musical. 

Marissa Nadler

Entre una estricta penumbra que nos hacía adivinarla más que verla entre halos azules, Marissa salió armada de su inseparable acústica y con Janel Leplin al chelo y piano como única acompañante sobre las tablas. Y así, con puesta en escena casi inexistente, su impresionante voz y sus característicos arpegios fueron más que nunca la tabla de salvación a la que nos aferramos para navegar por la noche. Y vaya si disfrutamos de la travesía, aunque quizá precisamente lo hicimos gracias a los vaivenes y corrientes inesperadas por los que pasamos juntos. Marissa, oculta tras su larga melena, tímida, desgranó con los ojos casi siempre cerrados su repertorio, que sentimos como una caricia de bordes afilados: letras que hablan de la fragilidad con valentía, atmósferas oscuras salpicadas de esperanza entre la melancolía, juegos de cuerdas tan delicados como punzantes para el alma.

Marissa Nadler

Prueba del indescriptible efecto de su directo fue el silencio que invadió la sala durante todo el concierto, sólo roto por los efusivos aplausos entre canción y canción, y que pareció incluso inquietar a Marissa, que llegó a dirigirse al respetable con un encantador Estáis tan callados… ¿va todo bien?.

Marissa Nadler

Pocas miradas hubo a sus anteriores álbums durante la velada, si bien destacaron la hipnótica nana The Wrecking Ball Company, balada desgarrada en la que su voz pareció caminar al borde del abismo más que nunca, y la extrañeza entre suspiros de Your Heart Is a Twisted Vine.

Marissa Nadler

La luz se abrió paso entre las tinieblas con composiciones como las angelicales Drive y  Firecrackers, aunque es en composiciones como la solemne 1923, también del nuevo disco, donde nos envuelve esa extrañeza palpitante que caracteriza su sonido. Pasivo agresiva y a la vez bellísima, Anyone else se convirtió en el momento más mágico de la noche, con las voces en todo su esplendor y sus intrincados juegos cuerdas envolviendo el triste resentimiento que sigue al desamor. Y es que si la titilante emoción que sobrevoló todo el concierto no llegó a explotar en fuegos artificiales, al menos sí alcanzó con esta canción el momento cumbre. Y ese momento de perfección aún persiste con nosotros días después, como el melancólico perfume de un amante al que nos resistimos a olvidar.

FOTOS Y TEXTO: ROSARIO LÓPEZ

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