[CRÓNICA + FOTOS] Morcheeba en Barcelona: reunión familiar

21/11/2018. Sala Razzmatazz, Barcelona. MadTown Days by Jim Bean. Crónica: Marcos Udón. Fotos: Rosario López. De Morcheeba se sale. Y se vuelve a entrar. Es lo que hizo Skye Edwards en su momento. Es lo que he hecho yo, que la última vez que los vi en directo fue, madre de Dios del amor hermoso, hace más de 15 años.

Volver a verlos en Razzmatazz es como cuando te reencuentras con un amigo y parece que no ha pasado el tiempo. Puede que Ross Godfrey ya no sea “el delgado de Morcheeba”. Y que ahora el teclista Richard Milner ocupe el púlpito desde el que Paul Godfrey le daba al scracthing (hay quien sale de Morcheeba y ya no vuelve, fíjate). Pero ahí está Skye emergiendo del fondo del escenario, desafiando a los años y a la gravedad. Encaramada a unos zapatos de plataforma imposibles y enfundada en unas mallas bajo una túnica sin mangas. Eterna.

Y misteriosa. Que también lleva un sombrero de copa (trigger)hippie que le tapa la cara y le da una aura de gravedad. A juego con el rollo downtempo de Never Undo, el tema que también abre el último disco de la banda, Blaze Away.

El arranque del concierto es lento, recreando los Morcheeba más clásicos y atmosféricos, con elecciones de setlist audaces como Friction y Never an Easy Way, una detrás de la otra. Skye apenas está calentando la voz, que asoma por debajo de la visera de su sombrero y casi se pierde en una mezcla de sonido que no le hace ningún favor.

Nos saca del ensueño Parts of the Process, que tantos años después se confirma como el tema más coreable de Morcheeba. Por fin Skye busca al público para que la acompañe. La última vez que vi esto, subió al escenario a un chico que no se sabía la letra y pude sentir cómo quería morirse y que se lo tragara la tierra. Esta vez el personal viene con los deberes hechos de casa. Pero siguen bastante fríos y Otherwise mantiene el trance colectivo.

Otra verdad que se mantiene con el tiempo: The Sea es la canción que realmente abre los conciertos de Morcheeba. No importa que llevemos seis canciones, hasta que no nos dejan cantar lo de “I left my soul there down the sea” es como que no nos sacudimos la pereza. Si antes era Skye la que buscaba al público, ahora es tito Ross quien toma la palabra para comentar que, mecachis en la mar, ya hace 20 años de esta canción.

Es curioso, porque sí que Big Calm tiene tantos años y aun así esta noche el setlist incluye tantas canciones de este disco como temas del último álbum. Pero ya hemos quedado que hoy es momento para el reencuentro y  su poquito de nostalgia. Al fin y al cabo, no vienen tan a menudo a España como para emperrarse en promocionar lo nuevo. Skye pasa de puntillas por discos como Blood Like Lemonade (apenas canta la canción del mismo nombre) y, como es una señora, pasa de ensuciarse la boca con temas que cantaron artistas arribistas cuando Morcheeba estaba en horas bajas. Claro que, como la clase es la clase, del mismo modo que hoy no canta nada de ‘The Antidote’ ni ‘Dive Deep’, tampoco aprovecha para colarnos ningún tema de sus discos en solitario. Que tiene cuatro, ojo cuidado. Ah, y por si alguien se pregunta, como hacía yo, si se atreverían… Pues sí, se atreven. Después de The Sea viene Trigger Hippie. Si esto no es fan service yo ya no sé.

El setlist sigue dando bandazos, del sueño profundo Slow Down al rollo cuqui de It’s Summertime. Realmente, el concierto tiene todo el aire de reunión familiar. Como cuando te juntas en casa de alguien y vais cantando temas de manera aleatoria, según los propone tu primo, que va pedo perdido, o los vais encontrando en el SingStar. Sí, de hecho, además del diseño de luces, que resulta impresionante en algunos momentos, el elemento de escenografía más eficaz es un ventilador sin aspas, plantado en primer plano, delante de Skye, presidiendo el escenario para menearle el tul de la túnica y darle más dramatismo a la puesta en escena. Costumbrismo.

De repente, la locura. Ross vuelve a intervenir para preguntarnos si queremos bailar. Y atacan Let’s Dance de David Bowie. Que, así entre nosotros, a Skye le sienta como a un santo dos pistolas. Pero es el primer tema (y mira que llevamos temas) que todo el público corea sin complejos a todo volumen, bota de la primera a la última fila y arranca el aplauso final más unánime. Es significativo que una banda con tantas canciones a sus espaldas, con tanto culebrón y que incluso llegó a morir en un momento dado (¿qué fue ese invento de Skye|Ross, por favor?) necesite salir de su propio universo para entregarse al 100% en el escenario. También lo es que el público lo perciba y recompense esa entrega. En este Let’s Dance Ross se gira hacia el bajo y el batería por primera vez y Skye abandona sus movimientos elegantes y lánguidos para ponerse a pegar botes, llevando al límite sus tacones.

En este clima, incluso un tema solemne como Blindfold suena y se recibe con una disposición diferente, más juguetona. Tanto es así que, cuando Skye se propone pedirnos cantar con ella Let Me See en la lengua vernácula de la ciudad, descubre que se le ha olvidado todo el catalán que había estudiado en el camerino. Y se troncha. Y da igual, porque de hecho ya nos ha hecho cantar el estribillo a cappella. Y la amamos. Porque es que en la anterior canción había sacado el móvil para grabarnos y que saludáramos, que la estaban viendo desde casa. ¿Cómo no quererla?

Incluso el paripé del parón thank you good night antes de volver para los bises queda arruinado por un momento de caos en el que Skye se queda para pedirnos que le cantemos el Happy Birthday al batería. Que es que resulta que es su hijo, Jaega McKenna-Gordon. Angelito, que se muere de vergüenza (al final resulta que Skye siempre termina por sacarle los colores a alguien en el escenario). Pero es que, claro, entonces caes que el bajo es Steve Gordon, el marido actual de Skye.

O sea que sí. Morcheeba es familia. Literalmente. Por más que empiecen intensitos, la dinámica del concierto va escalando hasta terminar, ahora sí que en los bises, en el inevitable Rome Wasn’t Build in a Day. No hay nada mejor que un grupo que se conoce y se acepta sin complejos.

Quién sabe cuándo volverán. Tampoco sé si los podré o querré ir a ver. Sé que si no voy, no me lo tendrán en cuenta y no me pedirán explicaciones. Y que, si voy, me recibirán con los brazos abiertos y lo celebraremos. Tenemos una relación madurada forjada a través de los años y los silencios.

En cualquier caso, aviso a navegantes y díscolos, aún quedan tres conciertos más de Morcheeba en España: el viernes 23 en Pontevedra, el sábado 24 en Santander y el martes 27 en Madrid. ¡Tú puedes ser el siguiente hijo pródigo!

About Rosario López

Autodidacta, su pasión por la música y la fotografía desde que tiene uso de razón ha desembocado en su especialización como fotógrafa de conciertos. Empezó a inmortalizar momentos decisivos desde el foso para varias publicaciones online en 2008. En 2013 fundó Flashes And Sounds para dar rienda suelta a su pasión por el periodismo musical. Cree en las fotos que se pueden escuchar.
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