El pasado primero de mayo unas 200 personas fuimos a la sala Boveda a ver a una de las figuras más importantes de la historia del Rock. Slim Jim Phanton, el batería espigado de la legendaria banda de Brian Setzer, Stray Cats.
Allí estábamos, con nuestras resacas de domingo esperando bailar himnos del Rockanroll y disfrutar del espectáculo del batería que toca de pie. Pero mi gozo en un pozo… “Rumble in Brighton” suena por primera vez en la sala y el público empieza a menear las caderas disimuladamente, como calentando para lo que creíamos que vendría después.
Los temas se van sucediendo a medida que el ritmo decaía… “16 Tonnes”, “Matchbox”, “Runaway Boys”… hasta que llegó la desastrosa “Suzie Q”. No se qué pasó, no me lo explico, ni los Furious, el dueto de guitarra y contrabajo que acompaña a Slim Jim en esta gira daban crédito. El batería de Stray Cats no era capaz de marcar el tempo ni las partes! Hasta terminaron el tema abruptamente como dando por sentado que estaba siendo un horror de concierto.
Estuve a punto de irme de la sala en ese momento, mi cabeza no aceptaba ver a un referente de este calibre dando un espectáculo paupérrimo.
Furious, dos buenos músicos, pero no unos virtuosos, que cumplían su papel perfectamente, el suplir la falta de un Brian Setzer y Lee Rocker. Grititos a parte supieron mantener las formas incluso cuando Slim Jim se bajo del escenario, a saber para qué, en el medio del concierto. Transcurrido un par de minutos volvió a subir y termino el setlist hasta completar la hora escasa de concierto. Me imagino ese momento:
-Slim Jim Phanton: Me largo, este bolo está siendo una mierda…
-Manager SJP: Para arriba que todavía quedan 20 minutos y si no, no cobramos.
Volvió a subir, la gente había pagado y quería sus temas favoritos de Stray Cats en directo. Lo que nos restaba de recital fue como un ensayo acelerado y a trompicones. Se notaba a las leguas que era imposible de remontar y que ya nadie estaba a gusto ni en el escenario ni abajo; bueno, solo un fan que no dejo de levantar los brazos y cantar los temas emocionado, incondicionales… el resto de los mortales bebíamos birra y murmurábamos mientras presenciábamos el ocaso de un dios…
