[CRÓNICA + VIDEOS] Frank Carter & The Rattlesnakes en Brixton Academy: sacando los colmillos

Hay pocas sensaciones como la de apostar fuerte por algo, llevándose por la pasión, y acertar. Siempre he sido consciente de que coger un avión y cruzar media Europa implica un riesgo considerable: ¿y si por la razón que sea te cancelan el concierto una vez ya te has plantado allí? ¿Qué cara se te queda si el grupo no tiene un buen día y el concierto acaba siendo totalmente olvidable? Y aún así a veces lo hago, escogiendo muy bien los artistas por los que hacer ese esfuerzo extra y suele valer la pena. La última aventura fue volar a Londres el pasado 8 de diciembre por la mañana, esta vez en solitario, para disfrutar de una cita marcada con rojo en el calendario, la que me permitiría ver a Frank Carter & The Rattlesnakes en una sala legendaria: Brixton Academy. Y volverme a Barcelona con el primer avión de vuelta al día siguiente, sin apenas dormir y con la naturalidad de quien coge el primer metro a las seis de la mañana para llegar a casa después de una noche de fiesta.

A pocas semanas del concierto, la ocasión tomó un cariz aún más especial: como muchos otros fans que ya habían comprado su entrada, entré al Facebook de la banda y me encontré con un anuncio inesperado. Frank había decidido tirar la casa por la ventana y repasar en el concierto absolutamente toda la discografía de la banda: todo Blossom, todo Modern Ruin, y la canción que acababan de lanzar, Spray Paint Love.  Esas veintitrés canciones se iban a grabar además para convertirse en el primer disco de directo de la banda, que se llamaría así, precisamente: 23 ¡Viva! Obviamente las entradas que quedaban en ese punto acabaron volando, y en el día del concierto se colgó con gran orgullo el cartel de sold out.

Ya en la Brixton Academy, esa belleza de sala, pude constatar una vez más que la magia de esta banda empieza por sus fans, por la camaradería entre estos y la manera en que miran más allá de cualquier tipo de diferencia demográfica o de origen para celebrar juntos la pasión por la música de ese genio loco que es Frank Carter. Y es que es increible la variedad de gente a la que atraen a sus conciertos: desde matrimonios de mediana edad con sus hijos adolescentes, hasta fans extranjeros de veintilargos que siguen a la banda allá donde toquen con auténtica devoción, chicas y mujeres de todas las edades que como yo habían acudido solas, grupos de amigos de todo pelaje con ganas de fiesta, pasando por fans de Biffy Clyro que les habían descubierto como teloneros en su última gira europea, y mucha chavalería con cara de este es mi primer concierto y estoy tan sobreexcitado que creo que me voy a desmayar. Gracias a esa camaradería y amplitud de miras de los fans con los que había compartido frío y bebidas esperando a que abrieran puertas, puede que yo hubiera llegado a Londres sola, pero en seguida sentí que ya no estaba sola. Allí, en segunda fila, con el ambiente prendado de expectación, charlando con unos y con otros como si nos conociéramos de toda la vida, de pronto estaba en familia.

El concierto empezó con tres teloneros: los primeros, FunHole, eran aparentemente una banda amiga de Frank, y los quince minutos de actuación con los que contaron y mi necesidad de visitar la barra durante la misma no me dan para explicar nada en gran detalle, salvo que sonaban bastante experimentales y algo brutotes por momentos. Quien sí me causó una gran impresión fue la siguiente artista invitada: la australiana Ecca Vandal, que en poco más de media hora se convirtió en un girl crush en toda regla para mí gracias a su interpretación de bombazos como Future Heroine. Su música es tan rica en referencias estilísticas como rico es su carisma sobre el escenario. Con una energía que parece beber tanto de Karen O como de Shirley Manson y de las grandes figuras del hip-hop, su dominio de las tablas era tan exhuberante que se te subía a la cabeza. Ojalá llegue al gran público. A continuación, Basement ofrecieron un sólido directo que calentó el ambiente con los primeros pogos de la noche con sentidas interpretaciones de Crickets Throw Their Voice y el gran himno Promise Everything, entre otras.

Por fin se apagaron las luces y la sala rugía de impaciencia, mientras la pista entera arrancaba en cánticos llamando al grupo: ¡Ratt-le-snakes! ¡Ratt-le-snakes! No nos hicieron sufrir mucho más: salieron a la palestra primero la banda y en seguida Frank, cubierto con una capucha de estrellas, saltando embravecido entre flashazos para descargar Primary Explosive, toda una declaración de intenciones. Rotten Blossom le siguió, atronadora, con la sección rítmica haciendo temblar el suelo, y desatando con su tramo final uno de los moshpits más bestias de toda la noche, por si a alguien se le había olvidado que estábamos viendo al ex-cantante de Gallows. Lejos de intentar parar el ritmo, pisaron el acelerador con Trouble, sin duda una de las mayores muestras del lado más punk y británico de la banda. Volaba gente por todas partes.

Para cuando llegó uno de sus mayores hits, Juggernaut, ya teníamos totalmente aceptado que nos íbamos a llevar a casa unos cuantos moratones de guerra como recuerdo de la noche, más aún cuando Frank se echó al foso y trepó la barrera de contención para encaramarse a las primeras filas y caminar a lo mesías sobre sus aplicados fans, en medio de un mar de brazos en alto. La noche era suya, y nosotros también, solo con ver la escena se ponía el vello de punta: mientras cantaba ahí arriba, en dominio total de la situación, el público le devolvía hasta la última onza de energía que empleaba en escupir cada estribillo. Todos enloquecimos. Y al final de la canción, el mar de brazos le devolvió al escenario casi con mimo, no sin antes verle acabar de cantar haciendo el pino encima suyo, en un esfuerzo gimnástico-artístico admirable.

Pero al mismo tiempo, este punk está casado y tiene una hija, y quizá por eso ya hace tiempo que se ha tomado como una cruzada personal que sus conciertos sean lo más integradores posibles. Controla a su público y la agresividad en los mosh pits, y no duda en llamar la atención a quien se pase con las chicas en el público, en cualquier aspecto, y con Wild Flowers este matiz cobró especial protagonismo. Nos la dedicó a las mujeres y para celebrarlo, invitó a las que quisieran a que hicieran crowdsurfing en un entorno seguro, mientras instaba a los hombres a que ayudaran y sobretodo a que nos trataran con el respeto que merecemos, asegurándoles que de lo contrario les abriría la cabeza él mismo. Impresiona ver cómo alguien tan físicamente menudo como Carter llena toda la sala con su presencia, cómo todo lo que él dice es seguido casi a ciegas por su público. Wild Flowers fue una de las interpretaciones más llenas de vida de la noche, mientras chica tras chica llegaban hasta el foso surfeando con toda tranquilidad. Viendo sus caras de absoluta felicidad estaba claro que para muchas era la primera vez que se atrevían. Ya podrían aprender muchas otras bandas.

Y es que, hablemos en serio: lo de Frank no tiene nombre. Hay que ser muy artista para defender con igual entereza y convicción los temas más macarras y crudos del repertorio con momentos tan emotivos como el que abordó más tarde en el concierto, al sentarse junto a Dean, guitarra, para interpretar acompañado solo por él y con gran delicadeza A Beautiful Death. Nos la dedicó a quienes hubiéramos perdido a un ser querido y nos invitó a cantarla con él, pero igual que pasó con Loss, a muchos nos tocaron demasiado de cerca esas letras y nos pudieron las lágrimas. Ese espectro emocional amplísimo que es capaz de abarcar y personificar, el plasmar ese universo de contrastes en un mismo concierto, es lo que hace que Frank Carter sea un artista único en su especie. Canta las cosas como las siente y siempre siente lo que canta, es auténtico, como un camaleón musical capaz de ser poseido consecutivamente por la desesperación (God Is My Friend), la lujuria (Fangs), la vulnerabilidad (Snake Eyes), la rabia (Modern Ruin) y la ternura (Neon Rust).

Y cuando crees que lo has visto todo, empieza la frenética Jackals y nadie encuentra a Frank, pero está cantando… todo el mundo se gira, buscando por todas partes, para encontrarlo en el sitio más aleatorio posible: subido a la mesa de sonido al fondo de la pista, instigando al enésimo moshpit de la noche. La sala entera es su escenario, la pista un hervidero de cuerpos entrechocándose ¿cómo se puede desatar tal reacción de locura colectiva con una canción que no llega ni al minuto de duración?

En la furiosa Modern Ruin se atrevió a encaramarse a los balcones con un fin bien tierno: presentarnos a su madre, y cuando volvió con la banda, dedicó el siguiente tema a quienes fueron a un concierto y nunca volvieron a sus casas: las víctimas del Bataclan y del Manchester Arena. Paradise fue recibida con un entusiasmo casi agresivo, violenta, oscura en su desarrollo, y Dean demostró que la entrega total de Frank es extensible a toda la banda al adentrarse entre el público en pleno riff y acabar dejándose llevar en unos segundos de crowdsurfing kamikaze tan caóticos como épicos. Frank acabó la canción estampando el pie de micro contra el escenario, descargando contra los terroristas a quienes antes llamó coward scum.

En el bis lucirían con especial brío la instigadora Devil Inside of Me y Snake Eyes, uno de los temas más elegantes del grupo. También Fangs, que sonó más urgente y arrebatadora que nunca. Sí, hay que ir muy sobrado para permitirse tocar dos veces una misma canción en el mismo concierto, pero hay cosas tan breves y buenas que nunca llegan a cansar, y Fangs es una de ellas. Y no hay quien se resista a la tentación de gritar a pleno pulmón una vez más If you’ve got fangs then sink’em in!  I Hate You (con pirotecnia incluida)  pondría el punto final cuando ya nos estábamos quedando sin aliento, mientras nos preguntábamos, algo tristes, cómo podía haber pasado tan rápido el concierto. Será verdad eso que dicen de que el tiempo vuela cuando te lo estás pasando bien.

Curiosamente, muchos de los que como yo habían viajado desde el extranjero para asistir al concierto no volvieron tan apresuradamente como yo a sus ciudades de origen, y se acabaron teniendo que quedar en la capital inglesa durante días a la fuerza, al cancelarse sus vuelos de vuelta por la ciclogénesis explosiva que comenzó el sábado y que bloqueó los aeropuertos del norte de Europa. Pero ni nevadas, ni vendavales, ni frío extremo: los que vivimos in situ la experiencia 23 sabemos que la verdadera fuerza de la naturaleza que sacudió este memorable puente de diciembre fueron Frank y sus Rattlesnakes. E hicieron que todo valiera la pena.

 

Videos: Rosario López (Jackals),  David Wood (Wild Flowers), John McCann (1er video de Juggernaut, Acid Veins y Paradise), Patricia AF (video detalle de Juggernaut).

 

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About Rosario López

Autodidacta, su pasión por la música y la fotografía desde que tiene uso de razón ha desembocado en su especialización como fotógrafa de conciertos. Empezó a inmortalizar momentos decisivos desde el foso para varias publicaciones online en 2008. En 2013 fundó Flashes And Sounds para dar rienda suelta a su pasión por el periodismo musical. Cree en las fotos que se pueden escuchar.
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