Los pasados 14, 15 y 16 de mayo nos desplazamos hasta Zottegem, en Bélgica, en lo que ya se está convirtiendo para nosotros en una cita anual ineludible. Era la undécima edición del Dunk! Festival y nos esperaban tres jornadas de rock instrumental, post-metal y sonidos afines.
Empecemos por decir que el Dunk! no es, en absoluto, como ningún otro festival en el que hayas podido estar antes. En primer lugar, es familiar en tamaño (algo que seguramente cambiará con los años dado su gran éxito), pero sobretodo en ambiente y concepto: organizado por una familia del lugar y con la ayuda de jóvenes voluntarios que trabajan sin cesar durante semanas para que todo esté perfecto, se respira la extraña sensación que la organización siempre está ahí para que el visitante se sienta perfectamente arropado. Comida casera, desayuno gratis cada mañana, hostal a tres minutos de la carpa donde se celebran los conciertos y bebidas a precio muy asequible (ya podrían tomar nota por aquí). Para rematar la triunfada, el edificio que une el comedor y la zona de merchandising hace de punto de encuentro espontáneo entre los músicos y el público, de manera que te puedes encontrar fácilmente comiendo albóndigas y puré al lado de tu guitarrista favorito.
Pero vamos con la música, verdadera protagonista del festival… hoy analizaremos el jueves 14 de mayo, primera jornada de la presente edición.
En la tarde del jueves el inicial sol dio paso a una llovizna persistente, pero no fue un poblema ya que en la carpa de circo en la que estaba situada el escenario principal se disponían a dar comienzo al festival Celestial Wolves. El post-rock de la banda belga bascula entre la versión más clásica y tranquila del género y la influencia del stoner y el metal, y ofrecieron un directo sin fisuras en el que la contundencia del tramo final se nos gana. Ya tenemos ganas de descubrir que nos traerán con su siguiente disco, que empezarán a grabar en breve.
Les sigue otra banda autóctona, en este caso Cecilia::Eyes. Su actuación comenzó con bastante retraso por alguna razón y su actuación pareció acompañar esa sensación de que iban a su ritmo: los temas de su último álbum, Disappearance, constan de largos y lentos desarrollos y no son de los que te harán abrir los ojos sorprendido, pero gustaron a los amantes de las atmósferas oníricas.
A continuación nos pasamos por la segunda carpa, la del escenario Stargazer, para disfrutar de la propuesta de Cordyceps, dúo originario de Gent que armados de un portátil, sintetizadores, pedaleras de efectos y guitarra fusionó la electrónica con el rock más experimental.
De vuelta al escenario principal sería el momento de disfrutar de la que quizá fue la mayor sorpresa del festival: Wang Wen. Hasta los mismísimos Caspian habían recomendado la música de esta formación china y al verlos en directo nos quedó claro que no era para menos. Su actuación fue una muestra inolvidable de rock instrumental con alma y personalidad llevaba a cabo por una banda de músicos en mayúsculas. Sus temas unían pasajes de increíble melancolía con sentidos toques jazzísticos, estallidos de oscura furia y progresiones inesperadas en la que es precisamente su trombonista el que acaba guiando al resto de la banda en momentos arrebatadores que recuerdan a los mejores tiempos de los ya desaparecidos Hope Of the States. Se me pone el vello de punta aún escribiendo sobre la experiencia.
De vuelta en el escenario Stargazer, era la estadounidense Helen Money la encargada de hipnotizar con su violoncelo. Su concierto, envuelto en un respetuoso silencio, volvió a recordarnos lo duro que puede llegar a sonar un instrumento de tradición tan clásica como el suyo. Sus atmósferas oscuras, tensiones ocultas y desarrollos que recordaban ahora a Tool, ahora a Neurosis nos mantuvieron en vilo durante toda la actuación.
Y así llegamos al que sin duda era uno de los platos fuertes de todo el festival, la visita de los neozelandeses Jakob. Visitaban el festival en el marco de la gira europea de presentación de su nuevo disco, Sines y con un sonido envolvente y una maestría musical inigualables, nos sumergieron en sus paisajes sonoros que parecían reflejar los parajes de naturaleza extrema de su país natal. Hasta en cuatro ocasiones volvieron a su anterior disco, para delicia de los fans que los seguimos desde el principio, y el cataclismo emocional fue inevitable viéndoles tocar Malachite, Lonesome, Oran Mor o Pneumonic en una carpa ya llena hasta la bandera.
La guinda del pastel esa jornada la acabarían poniendo los cabezas de cartel de la noche. Mono llegaban desde Japón con un nuevo concierto en el que nos hicieron tocar el cielo con la punta de los dedos. La inicial Recoil, Ignite sonó tempestuosamente perfecta, mostrando a una banda en verdadero estado de gracia. Todo el concierto mantendría esa tónica, esa perfecta mezcolanza de dramatismo, belleza, melancolía y rabia en perfecto equilibrio. Ashes In The Snow, Kanata, Pure As Snow… cada nuevo tema superaba al anterior, con Taka agachado sobre sus pedaleras o enarbolando su guitarra, con Tamaki balanceándose casi en trance, llevada por el poderoso fluir del sonido. Otro concierto perfecto que nos ayudaría a dormir como bebés en las literas del hostal Le Populier, tras una primera jornada del festival mucho más intensa de lo que podíamos esperar. Así sí.
FOTOS Y CRÓNICA: ROSARIO LÓPEZ