La barcelonesa BARTS, en su versión de aforo con asientos, llena hasta la bandera no puede estar equivocada. La noche de ayer olía a ocasión irrepetible a pesar de que en la penumbra del escenario de la sala sólo se intuyeran una pantalla de proyecciones y un piano de cola negro. Michael Nyman volvía a la ciudad condal para ofrecer un concierto de piano solo.
El maestro salió a escena y comenzó a tocar, acompañado sólo por proyecciones que consistían sobretodo en películas cortas, en muchas ocasiones dirigidas por él mismo (Love Train, No Bull, Slow Walkers). En medio del silencio abrumador del público, tan respetuoso como enternecedor, volaban las partituras del piano al suelo, y Nyman iba desgranando sus grandes composiciones sin más movimiento que el de sus geniales manos, cediendo todo el protagonismo al piano y a sus propias piezas.
No faltaron, por supuesto, las siempre esperadas piezas de su obra más celebrada, El Piano: The Heart Asks Pleasure First, The Scent of Love y The Fling, pero el setlist supo deleitarnos con otros temas. Pudimos disfrutar con la animada An Eye for Optical Theory, con Franklyn (de la bso de Wonderland), y sobretodo nos conmovieron las maravillosas Becoming Jerome y The Morrow (de Gattaca, en mi opinión una de sus más brillantes bandas sonoras).
Una noche para enmarcar en la que se demostró que no hace falta más que un piano cuando se tiene a las mejores manos en sus teclas, y se cuenta con un repertorio lleno de obras de arte atemporales. Bravo, Michael.
Crónica y foto: Rosario López