Veni, vidi, vici: DEPECHE MODE en el Palau Sant Jordi

DepecheMode8574-©RosarioLopez-FlashesAndSoundsDepeche Mode volvían a Barcelona, y nadie quería perdérselo: no había más que echar un vistazo al Sant Jordi que hervía de expectación, lleno hasta la bandera de fans que ya gritaban sobreexcitados incluso antes de que empezara el show. Una noche en la que una vez más, el trío volvió a  estar a la altura de su propia leyenda.

Presentaban su nuevo trabajo The Delta Machine, disco que parece haber dividido al público entre entusiastas y detractores. Y lo cierto es que tanto unos como otros estaban en el concierto: sus seguidores sabemos que Dave Gahan, Andy Fletcher y Martin Gore son especialistas en ofrecer un setlist que tiene de todos y para todos, y en envolverlo en un show perfecto que hace que sea imposible no salir contento.

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Así pues tras una inicial Welcome To My World que con su pausado desarrollo sirvió para que el público descargara la adrenalina contenida, la segunda canción, Angel, se desplegó ante nosotros con un sonido impecable y una escenografía familiar y efectiva, con las ya clásicas pantallas (esta vez triangulares) en las que se alternaban primeros planos grabados en tiempo real de los diferentes componentes del grupo e imágenes abstractas según el tema. Una canción que ya fue todo un vini, vidi, vinci, y que sentó la tónica para el resto del concierto: Dave Gahan, enfundado en su chupa de cuero, parecía dejar claro que iba a hacer con nosotros lo que quisiera.

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Y es que si a día de hoy Brett Anderson es el vocalista dandy británico por excelencia, la corona del showman canalla la ostenta sin duda alguna Dave Gahan. Ayer sólo le bastaron un par de canciones para, exudando esa sexualidad cruda que le caracteriza, hacerse con las miradas de las 18000 almas presentes. Ya pueden pasar los años, que siempre le rodeará un cierto aura de peligrosidad, esa sensación de que hasta cuando sonríe tiene ese equipaje oscuro detrás, ese punto magnético de he ido al infierno sin billete de vuelta y me las he apañado para volver, miradme bailar. Y con las primeras notas de Walking In My Shoes, y coincidiendo con el golpe de efecto de que Dave se quitara la chupa de cuero, llegó el éxtasis al Palau. Y aquí el cantante ya no se dejó nada en el tintero: nos provocó desafiante, tuvo guiños cómplices con Martin, extendió los brazos pretendiendo abarcar el momento o quizá buscando redención, alzó el pie de micro para que todos cantáramos con él, giró y giró y giró sobre sus zapatos, disfrutando del directo tanto como su público.

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Con Precious, de su anterior disco, llegó una merecida bajada de revoluciones, que dio paso a llevarnos a 1986 con Black Celebration, que a pesar de la diferencia cronológica enlazó de perlas con el rollito sexy de la nueva Should Be Higher, en que quienes rodeaban la plataforma tuvieron su momento de gloria con Dave bailándoles muy cerca. Policy of Truth mantuvo viva la llama de los greatest hits, hilo conductor de cualquier concierto de Depeche hoy en día, al que seguiría un cambio de tercio que se convirtió en uno de los puntos de inflexión de la noche.

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Martin Gore, con su eterna cara de chico tímido, se quedó a solas con el piano y nos conquistó con una versión desnuda y bastante crooner de Slow. Bravo. Le seguiría en igual formato una entrañable versión en acústico de But Not Tonight.

Con la banda ya al completo llegó el turno de la lenta Heaven, última parada en Delta Machine. A partir de ahí nos sumergimos en un viaje a los grandes éxitos del grupo en los que rescataron con gran gusto lo mejor de cada casa. Lo inició Behind The Wheel, clásico del 87 que desprendía tensión y que enlazó a las mil maravillas con la industrial y agresiva A Pain That Im Used To, que puso al público a bailar al unísono. El efecto brazos en alto ya no iría a menos, porque le siguió A Question of Time, redonda, un perfecto ejemplo de canción que ha envejecido de lujo.

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Y entonces llegó el que para muchos fue el momento de locura máxima de la noche, al distinguirse los acordes iniciales de Enjoy The Silence. Catársis sonora la que nos ofreció este éxito atemporal, que puso a cantar y a hacer palmas hasta al más pintado. La verdad es que a más de uno se nos aceleró el corazón cuando justo a continuación, sin tiempo para recuperarnos, reconocimos Personal Jesus, el otro gran buque insignia de la discografía de Depeche. Tocaron la primera estrofa muy ralentizada, como saboreando cada nota y cada palabra, convirtiéndola casi en la banda sonora perfecta para un show de pole-dancing, para luego hacerla explotar en el primer Reach out and touch faith y ahí sí, llevar al público a la locura. Impecable.

Volvió a quedarse solo Martin para ofrecernos uno de los momentos más mágicos del concierto, con toda la delicadeza de Shake The Disease, que hizo que a muchos se nos saltaron las lágrimas. Ya con Dave de vuelta, y sin perder el toque emotivo, cayó Halo, tema del disco Violator y merecido guiño a los fans que han estado con el grupo siempre. Sabíamos que el fin se acercaba pero no nos dio tiempo de ponernos tristes, porque en seguida llegó la alegría desprecoupada de I Just Can’t Get Enough.

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Esta noche-ceremonia que aunó gustos y generaciones tenía que cerrarse por todo lo alto, y para mí esta vez lo hizo con un broche de oro perfecto. Con una interpretación febril de I Feel You, que se deslizó sobre nuestros hombros como una venenosa serpiente del desierto, y el apoteosis final de Never Let Me Down Again, para el cual ya no nos quedan palabras. No cabe duda, no, Depeche mode nunca decepcionan.

Texto y fotos: Rosario López

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