[CRÓNICA + FOTOS] Dead Can Dance en Barcelona: el baile del alma

21-05-2019.  Sala Barts, Barcelona. Crónica y fotos: Rosario López. Se encienden las luces y aparecen en escena Brendan Perry y Lisa Gerrard, ambos con esa solemnidad inherente, ella además con ese gesto afable de quien está en paz con el mundo entero, y queda claro desde ese preciso instante que estamos a punto de presenciar ya no un concierto, sino un ritual casi escapista, un viaje a cualquier sitio lejos a través de la fuerza de la música. Ya la primera canción de la noche, Anywhere Out of this World, parece apuntar en esa dirección con su esencia casi fantasmagórica, elevándonos desde la primera nota: la voz de Brendan corta el aire, poderosa y desafiante, sin dejar ni un hueco de la sala Barts, a rebosar de acólitos de la banda que se saben parte de un acontecimiento histórico. Mesmerism hizo honor a su nombre, hipnotizándonos aún más entre voces casi tribales y su manto rítmico característico, otro de los momentos especiales del primer tercio del concierto fue Labour of Love, con Perry poniéndonos el vello de punta vocalmente y también a la guitarra, y Lisa ocupándose del yangqin. Entre pieza y pieza, el estallido en aplausos seguido del silencio preñado de respeto, era solo el comienzo de un recorrido por lo mejor de la discografía del grupo: Avatar, Bylar y Xavier, todo envuelto en un sonido tan preciso como cristalino, y visualmente apoyado por proyecciones abstractas que parecían evocar coloridas sombras chinescas. Pero apenas bastaba la voz de Lisa a capella para regalarnos uno de los momentos más sobrecogedores de la noche en su sencilleza: la balada típica irlandesa the Wind that Shakes the Barley. Pura belleza, seguida de las finas instrumentaciones que mecen Sanvean: una de las piezas más celebradas de la noche. Poder escuchar The Host of Seraphim, del maravilloso film Baraka fue todo un privilegio, al igual que dejarse envolver en los sensuales sonidos tribales de la espectacular Dance of the Bacchantes. En los bises caerían la versión de Tim Buckley, Song to the Siren,  que no por archiconocida emocionó menos, así como Severance, y The Promised Womb. En ese tramo final, no obstante, la absoluta ganadora fue Cantara, conjuro total sobre la sala Barts entre remolinos de luz y oscuridad. Porque qué es la vida sino luz y oscuridad.

En definitiva, fue una noche cuya perfección musical y atmosférica casi nos hizo pellizcarnos para asegurarnos de que lo que vivíamos era real. Tocar el cielo debe ser muy parecido a esto.

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