Micah P. Hinson es famoso por boicotearse a sí mismo. Nunca se sabe si vas a verle en estado de gracia o de desgracia, que es como lo vimos el pasado domingo 17 de mayo.
Apoyándose en su bastón apareció un Micah muy deteriorado y frágil, acompañado de una “banda” que nada tiene que ver a los Gospel of Progress de su prometedor debut de 2004. La supuesta banda ahora la forman su mujer a la batería y un profesor universitario al bajo. Remarco lo de supuesta porque de banda tienen poco, su esposa se limitó a aporrear la batería con poca gracia y sin ritmo, convirtiendo las melodías en un montón de temas encadenados que sonaban igual y el bajista, cerveza en mano, se limitaba a aguantar el tipo con cara de desconcierto.
La voz de Micah se resquebrajaba por momentos y sonaba desafinada, pero peores eran los interminables solos de guitarra eléctrica, bruscos y sin sentido. Del Micah acústico ni rastro. La verdad es que me dolió ver la decadencia de un músico que años atrás prometía. Por primera vez me asaltó la duda si toda esa excentricidad que me cautivó antaño, era magia y personalidad, o simplemente una tomadura de pelo.
Gran parte del concierto sufrí por si se desplomaba. Y sentí ganas de llorar, se me partió el corazón, sobre todo al escuchar lo desoladora que sonó la que siempre ha sido mi canción favorita suya, Don’t you , y sus versos incluso premonitorios (don’t you forget about me), pues al paso que va, la gente se olvidara de él.
Me duele cada una de las palabras amargas que salen de mi corazón al escribir esta crónica, pero el domingo fue una noche triste para mí, y ni siquiera el hecho de que Micah y su esposa vayan a ser padres me alegró. Y en el momento en que se me partió el alma en dos me marché sin saber como acabó la velada. No pude aguantar el concierto entero. Esperemos que un día pueda ver y sobretodo sentir lo que sentí cuando le vi por primera vez, hace 10 años.
Crónica y Fotos: Lulu Voodoo