[CRÓNICA + FOTOS] Buenas noches, tristeza: Julien Baker y St. Woods en La [2] de Apolo

La [2] de Apolo pocas veces ha aguardado tan en silencio. Nos comunicábamos entre murmullos apenas imperceptibles, abrazados por una extraña expectación por ver a la joven prodigio de Memphis, Julien Baker, desplegando su pequeño gran milagro ante nosotros una vez más.

La vez anterior había sido en un entorno muy diferente: la habíamos descubierto en el descomunal Primavera Sound, tocando a la luz del día, doblemente diminuta en la escala de las cosas y a la vez enrome en su capacidad para hacernos sentir que estábamos a solas con ella y sus canciones.

Pero volvamos a La [2]. Julien se plantó en el escenario, ataviada con una camiseta del Barça, y acompañada solo por su guitarra, un amplificador, el micro y su pedalera. Su puesta en escena es tan sencilla en su desnudez como sus canciones, pero su talento lo viste todo. El talento para grabar y disparar con mano certera loops de guitarra con sus pedales, sobre la marcha, para guiarnos en la oscuridad con sus dedos sobre las cuerdas, para dejarnos a todos colgando de su voz con una sola mano, sobre el vacío del silencio. Y como grandes protagonistas, las canciones, las de Sprained Ankle y su nuevo disco, Turn On the Lights, expansivas en su delicadeza, en su tristeza universal. Billy Corgan dijo en su día en cierto hit rockero que estaba enamorado de su tristeza. Todos nos hemos sentido así alguna vez, y esa tendencia natural se vio reflejada el domingo durante todo el repertorio de Julien, mientras de la primera a la última fila, prensa y fans conteníamos la respiración o suspirábamos para adentro cuando abordaba el punto álgido de Sour Breath o nos sobrecogía con Rejoice.  Sus canciones se alzaron delicadas pero firmes en una sala tomada por el más absoluto silencio, mientras corazón adentro quienes escuchábamos trazábamos líneas invisibles entre el dolor y la melancolía de la cantante y el nuestro propio. Entre las cosas que se intuye que le han pasado a Julien a su aún corta edad y los años y años de cada uno de nosotros bajo el escenario, de décadas de desencuentros y melancolías, de intentarlo, de fallar, de levantarse, de probar otra vez, de querer ser optimistas pese a todo, aunque se le vean las orejas al fracaso. Si un buen concierto se mide en cuanto a lo que transmite, el de Julien Baker fue el perfecto, la experiencia de la que salimos como quien acaba la lectura de un buen libro: transformados, más adultos, con la sensación de haber vivido otras vidas en apenas una hora. Cuanta belleza.



 

Esta crónica no estaría completa si no mencionáramos a la revelación de la noche, St. Woods, cantautor llegado de Madrid y que ya había llegado a la final del BCoder, el concurso de nuevos artistas del festival DCode. Fue el artista invitado de la noche, y no es un decir: la misma Julien le invitó a telonearla después de que se conocieran el año pasado en el Primavera Sound, se fueran a ver juntos allí a Savages allí y (claro está, esas cosas unen) se hicieran amigos. Acompañado tan solo de su guitarra, supo aprovechar al máximo su condición de artista invitado ofreciendo una interpretación muy sentida y desvelando un extraño encanto a base de humor autoflagelatorio entre canciones. Quizá, como él mismo dijo, su música no sea muy animada, sino más bien del tipo que según el tipo de día que tengas te invita a darte de cabezazos contra la pared (sí, querido, si estás leyendo esto: dijiste eso). Pero entre las canciones de su EP Lessons, que remite a veces a los mejores momentos de Damien Rice, nos llegó en oleadas el talento y genio de un joven artista capaz de versionar una canción tan quemada como es Roxanne de Sting con la suficiente personalidad para acabar entusiasmando.

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About Rosario López

Autodidacta, su pasión por la música y la fotografía desde que tiene uso de razón ha desembocado en su especialización como fotógrafa de conciertos. Empezó a inmortalizar momentos decisivos desde el foso para varias publicaciones online en 2008. En 2013 fundó Flashes And Sounds para dar rienda suelta a su pasión por el periodismo musical. Cree en las fotos que se pueden escuchar.
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