Ya se les echaba de menos por aquí. El jueves pasado por fin tuvimos en Barcelona, en la Razz 2, la gira de Delirium, el nuevo disco de Lacuna Coil. El último trabajo de los italianos retoma un sonido más duro y tiene un hospital psiquiátrico como hilo conceptual y para el concierto, que no podía ser menos, el fondo del escenario de Razz 2 se había cubierto de rejas opresivas y maniquíes vestidos con camisas de fuerza colgados del techo.
El grupo no fue menos, ya que emergieron uno a uno de las tinieblas, vestidos de blanco, como pacientes del sanatorio. La teatralidad con la que Cristina Scabbia apareció en escena, a oscuras y enarbolando un foco propio de un tercer grado, sería una constante durante el concierto, mientras entre canción y canción ella dedicaba la actuación a “los débiles, a los torturados, a los diferentes”.
Pero no todo fue actitud y concepto, presenciamos un gran concierto en lo musical que verdaderamente nos puso el vello de punta. Por un lado el nuevo guitarrista, Diego Cavallotti, demostró ser un buen fichaje y estar perfectamente integrado en la banda, y por otro, Ryan Folden a la batería ofrecía un gran empuje que combinaba con unos coros muy de la escuela americana.
Aunque la verdadera protagonista de la noche fue la voz de Cristina, que estaba en su punto más dulce tanto a nivel de calidez como de potencia, y en canciones como Our Truth, Downfall, The Ghost Woman and the Hunter, Zombies o House of Shame nos dejó a todos con la boca abierta, acompañando a los temas siempre con una interpretación llena de entrega y carga dramática.
El contraste que se lograba con las contundentes voces de Andrea en temas como Die & Rise era hipnótico y la banda no pareaba de jalear al público, que estaba encendidísimo. En definitiva, un concierto potente e intachable, con un gran sonido en que se podía distinguir el trabajo de cada músico a la perfección y una ambientación muy lograda. Una de esas noches que te vuelves a casa con la sensación de haber visto uno de los mejores conciertos del año.
FOTOS Y CRÓNICA: ROSARIO LÓPEZ