El pasado viernes 21 de marzo la Sala Bikini de Barcelona tembló salvajemente en manos de la artista danesa MØ (Karen Marie Ørstedque).
Como telonero, y con una actuación breve pero intimísima, el cantante Carlos Sadness, a pelo recogido y ukelele en mano impregnó con su magia la sala Bikini. En la sencillez está el encanto. Es uno de esos claros ejemplos de cómo sin conocer nada de él (o sí) acabe seduciendo de tal manera que lo primero que hagas al salir del concierto sea empaparte de su música y agregarlo a todas las redes sociales posibles: Canta bien y cae bien.
¿Qué no conoces a Carlos Sadness?, la mejor respuesta es su directo. Se comunica con el público como si los conociera de toda la vida, y es que Carlos siempre ha estado ahí, en la publicidad, en el diseño, colaborando con otros artistas, con otro nombre, pero al final el resultado es un artista genuino con identidad propia. Buena elección para los que asistieron a la sala sólo por la danesa. El entorno íntimo que generan las letras de sus canciones escritas por el soñador, el poeta y sobre todo una mente creativa que busca inspiración en sus dos ciudades, Barcelona y Huesca.
Tocó temas de su nuevo disco, editado en 2014, Monteperdido, y singles como el Siempre Esperándote de Ciencias Celestes, su anterior álbum, en el que colaboraron artistas como Iván Ferreiro o Zahara. Una fusión entre Lana del Rey y Sadness parece imposible, pero esa noche fue real, sonando así Videogames en boca de este artista.
Llegó el momento del gran nombre de la noche, y uniformada con un abrigo de pelo granate y unas inacabables piernas, empezó presentando la canción que encabeza su primer y nuevo álbum No Mythologies To Follow: Fire Rides. Con Maiden dejó de lado cualquier atisbo de timidez que pudiera haber suscitado la artista al empezar. Moviéndose de un lado a otro sin parar interpretó su tema en colaboración con Diplo XXX 88 con gestos enérgicos y en constante interactuación con el público.
En Freedom (#1) la sala quedó ensimismada con la cuidada entonación de la artista danesa y su increíble poder en el escenario.Llegó Pilgrim dónde, después de recorrerse el escenario, bajó inesperadamente hacía el público mientras este quedaba alucinado viendo como se acercaba a cada uno de ellos mientras continuaba la actuación. El ‘tic toc’ y los coros de Dust is Gone dieron paso a la sensualidad desbordada de su single Waste of Time.
El concierto no decayó en ningún momento. Walk This Way funcionó como carta de presentación para demostrar unos tintes de carácter más ‘punk’ en Don’t Wanna Dance alejándose completamente del tono pop que parecía dominar el ritmo del single y acabando por saltar de lo alto del escenario, descalza, a bailar junto los que concurrían la sala. Era el momento del bis, que como un himno a la juventud, cantó la versión Say You’ll Be There de las ídolos adolescentes Spice Girls. Para finalizar encima de la barra de la sala la canción Glass brindando una sensación inolvidable para todos los asistentes.
En total, un conjunto de 13 temas bien elegidos que, como un termómetro, marcaban el ánimo de un auditorio que no flaqueaba y se zarandeaba de un lado a otro siguiendo el ritmo. Artista nata. Quedó claro que no dejaremos de hablar de ella, y que acabaremos añadiendo esa Ø tan especial a nuestro abecedario, como sinónimo de saber disfrutar encima de un escenario.
Crónica: Sara Mosh
Fotos: Rosario López