CRÍTICA: “End of Suffering” de Frank Carter and the Rattlesnakes

“End of Suffering” – Frank Carter and the Rattlesnakes. Discográfica: International Death Cult. Fecha de publicación: 3 de mayo de 2019. Han pasado dos años desde que Frank Carter and The Rattlesnakes nos pusieran del revés con su segundo disco, el increíblemente imaginativo Modern Ruin, nuestro disco de cabecera de 2017.  En estos dos años la banda ha girado con la pasión y la hiperactividad de la que siempre han hecho gala, sorprendiendo a propios y extraños en giras propias y abriendo para Foo Fighters, Biffy Clyro y Bring me the Horizon. Era solo cuestión de tiempo que se hicieran con una base de fans cada vez mayor a base de puro boca oreja. Pero en medio de todo esto, tal como el cantante contaba abiertamente en sus últimos conciertos, Frank libraba una batalla interna mental que le llevó al borde de la autodestrucción. End of Suffering, el tercer disco de la banda, vio la luz el viernes pasado y como su nombre indica es el resultado de dicha batalla: la exorcización de los demonios que ya se intuían en Blossom y Modern Ruin y un mensaje de esperanza para quienes están librando batallas similares. Pero a pesar de lo que pueda esperar uno cuando se trata del autor de hits como There’s a Devil Inside Me, en este exorcismo apenas hay gritos: se ven sustituidos por una avalancha de vulnerabilidad y honestidad que a muchos no les resultará cómoda de presenciar. 

El disco despega con Why a Butterfly Can’t Love a Spider, un corte de pulsión introspectiva y misteriosa, pero rico en matices, algo reminiscente de los medios tiempos de su predecesor, con una actuación vocal excelente a medio camino de lo melódico y lo rasgado y unas letras que describen a la perfección los daños colaterales que hay cuando la mente de alguien descarrila. El viraje a explosión rockera instrumental a medio tema es uno de los mayores golpes de efecto del disco, y una manera excelente de encauzar el tema principal sobre el que gira el disco: la aparente imposibilidad de amar a otro y que llegue a buen puerto cuando estás en lucha contigo mismo.

And it might keep you warm, but you can’t see the fire
Might keep you calm, but you’re in love with a liar
While we dance all night, you watch as the web gets tighter
And these are the reasons why a butterfly can’t love a spider.

El siguiente tema, Tyrant Lizard King, es algo así como el manifiesto anti-sistema de EoS, apuntando entre líneas a la corrupción y juegos de poder de la industria discográfica, y empieza con sintes reminiscentes a Muse para después irrumpir en estallido grunge-noise con riff del mismísimo Tom Morello incluido. Aunque es de sus mejores canciones nuevas en directo, en disco no acaba de estallar con el deje punk a-lo-Blossom que la energía incomparable de Frank y compañía le imprimen sobre las tablas. Una pena, porque le falta ese punch que otro tipo de producción le hubiera podido dar. Más vibrante suena Crowbar, primer avance del disco que ya sirvió para entrever una transición en el sonido del grupo con un deje más electrónico.

Cam Blackwood es el productor en esta ocasión: viene del indie y ha trabajado con Florence and the Machine, CSS, George Ezra, entre otros, y el que le escogieran a él ya nos hacía intuir que este disco ya iba encaminado a tirar por derroteros algo más comerciales y pop-rock que sus trabajos anteriores. Una decisión estilística respetable siempre y cuando la calidad de las canciones acompañe (en general, aquí, lo hace), pero es una pena porque a pesar del renombre de Cam, la producción de EoS palidece ante el excelente trabajo de su predecesor. Los principales perjudicados son dos: por un lado, las siempre excitantes guitarras de Dean, el otro cerebro creativo tras la banda junto a Frank, que siempre han sido marca de la casa y que aquí suenan algo apagadas y difíciles de apreciar entre el uso ocasional de sintetizadores, por un lado; y el sonido de las baterías, al que le falta pegada, sobretodo sabiendo de qué es capaz el monstruo Gareth Grover. La voz de Frank, por otra parte, gana en protagonismo absoluto en la mezcla de Alan Moulder, dándole al disco ese tipo de sonido mucho más propio del pop que del rock o hardcore al que estábamos acostumbrados. Sea esto algo buscado o no, se echa de menos ese sonido cálido y afilado a la vez que había hecho que nos quisiéramos quedar a vivir dentro de Modern Ruin.

Dicho esto, EoS sigue siendo un disco de pop-rock al que sigue valiendo la pena darle algunas vueltas para llegar a apreciarlo como es debido. Gana y mucho con las escuchas, una vez se han reajustado las expectativas estilísticas personales de cada uno. Temas como Heartbreaker, por ejemplo, pueden parecer un puro entretenimiento palomitero y punk-pop sin más al primer toque, pero a la que le das tres escuchas al disco te das cuenta de que ese estribillo líricamente tan sencillo y la sutil pulsión subterránea in crescendo de la canción son adictivos como pocos. Algo parecido pasa con Supervillain, que avanza oscura entre arreglos electro para retratar la agotadora sensación de sentirse siempre el malo de la película en tu vida. La tranquila Anxiety, por su parte, lo tiene todo para convertirse en himno festivalero: desde esas guitarras que te mecen como lo harían Pixies en el mejor de sus momentos, hasta ese estribillo con letras llenas de redención personal que parece decir a los fans de la banda: todos tenemos derecho a equivocarnos y por muy mal que te encuentres ahora, vendrán días mejores.

So sing this song with me
Raise your hands and stamp your feet
If you got what you believe
To be a life of fear and anxiety

Love Games es, sin duda, el lado del grupo más bajo en revoluciones, con un deje retro. Como una especie de homenaje a la canción de Amy Winehouse que replica el estribillo, es lo más crooner que hemos visto a Frank nunca: y aunque no se trata de una canción ni de una letra revolucionaria en lo estilístico, hay una clara honestidad en cómo la canta, apoyándose en la sugerente dicotomía piano-tambor: If love is a losing game, then why do we play it again? Kitty Sucker, por su parte, suena a himno punk-rock y a los QOTSA de cuño reciente a la vez, por extraño que suene, y se convierte de pleno derecho en una de las canciones más pegadizas que he escuchado en tiempo.

Aunque si hay una pieza que se alza sobre el resto en este disco, esa es Angel Wings. Sin duda la más oscura en temática y enfoque de todo el disco, algo así como la resaca emocional tras la lucha entre amor y adicción que ya se había tratado en el disco anterior con Snake Eyes (MN). Un tema de letra extremadamente poética y pulsión electrónica subterránea que emana pura angustia vital y nos sume en las sombras. Un registro totalmente inesperado de la banda y que acaba siendo la mayor conquista del disco, guiada con mano experta por un Frank que, esto hay que decirlo, aquí canta más herido, y a la vez más bonito, que nunca:

I’m collapsing under everything I’ve known
I feel quite a lot like I was born alone
Where do I go from here? Where will I roam?
How do I survive the fear if fear is all I know?

Y finalmente llega la canción que da nombre al disco, y como empieza a ser tradición en Frank, el último corte es uno de los más poderosos en su aparente simplicidad: apenas le basta una guitarra acústica y unas notas de piano para conseguir un sonido tan cálido como valiente. Como ya pasara con Neon Rust en Modern Ruin, End of Suffering está dedicada entre líneas a su hija, Mercy Rose, pero también al universo de dudas y síndrome del impostor que sufre como resultado de equilibrar la paternidad con sus esfuerzos por mejorar su salud mental. “I spent so many nights feeling like I’m under-qualified / To be the father of a girl so strong/ And I feel like I only get it wrong”. Después de todo el tormento que se intuye entre líneas a pesar del envoltorio pop, el disco acaba en una nota positiva: entre las notas de piano finales, nos sorprende una grabación de Mercy Rose jugando con Frank, dándonos una lección final:  cuando Frank le pregunta “What’s complicated?”, ella le responde riendo, segura de sí misma: “Nothing!”.

Y me pregunto si los vivos colores de la portada del disco no serán algo así como la promesa del arcoiris que te espera al salir del tunel más oscuro. Este disco es un trayecto que vale la pena, aunque llegar al punto más dulce, como pasa con todo lo bueno en esta vida, lleve su tiempo.

Puntuación: 8/10

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