Con siete discos de estudio ya a sus espaldas muchos nos preguntábamos qué les faltaba por hacer a los escoceses Biffy Clyro. A ver, hagamos recuento: están los tres inclasificablemente imaginativos tres primeros discos, rara avis deliciosos que siguen siendo un referente para muchos oyentes a día de hoy, un album lleno de hits con aires de rock de estadios y mensaje de transición personal incluido, que les sacó de su condición de underground, (Puzzle), un disco que fue un rotundo éxito comercial y les acabó de poner en el mapa para miles (Only Revolutions), llevándoles a ofrecer un multitudinario concierto en Wembley; un excelente disco doble que rozaba la descripción de obra maestra (Opposites), y un último trabajo, Ellipsis, que vino a ser un album de confirmación en el que bajaron, mucho, las revoluciones, algo que nos dejó un poco con la bajona a quienes les seguimos desde el comienzo ¿Y ahora, qué? La respuesta definitiva llegó ayer, aunque había rumores desde primavera del año pasado: ¿cómo romper la baraja, explorar nuevos caminos y volver a hacer lo que les dé la gana, lejos de expectativas y de reglas preestablecidas? Pues está claro: con una banda sonora. Y eso mismo es Balance, Not Symmetry.
Igual el concepto banda sonora puede sonar algo encorsetado, pero todo indica que en este caso la banda sonora no está totalmente al servicio de la película, sino que una y otra se retroalimentan. El guión de la película está escrito a pachas entre el director de la misma, Jamie Adams, y el propio Simon Neil, por lo que película y banda sonora se han creado y han evolucionado en paralelo: la banda sonora inspiraba tanto a la película como la película influía a la banda sonora.
Y estamos ridículamente emocionados con este disco, porque es lo más ecléctico que han hecho Biffy en tiempo. Habrá quien precisamente no sepa apreciarlo por lo loco e inclasificable que es el producto final, pero es precisamente por ese toque “mil leches” que tiene por lo que nos vuelve loco.
La cosa empieza con un BANG con Balance, Not Symmetry, canción reminiscente de los juegos rítmicos y gritos de las mejores del Puzzle con un extra salsero que acaba erupcionando en uno de esos estribillos melódicos con calidad de himno, 100% Biffy.
A partir de ahí, en el disco hay de todo y, sobretodo, para todos: desde la pieza de pop con toques electrónicos ochenteros All Singing y Dancing, que no desentonaría en un capítulo de Stranger Things, hasta Different Kind of Love, canción celebratoria con coros millenial whoop incluidos. Pero que no se pongan aprensivos los amantes de lo heterogéneo y los sonidos más cañeros: que ahí llega Sunrise para equilibrar para equilibrar lo duro y lo dulce, las locuras iniciales de la banda con su ahora, Sunrise es sus riffs iniciales al galope, pero también cambios experimentales y un estribillo que, reconozcámoslo, uno no puede oir un par de veces sin querer canturrear. Temas como Pink, Yellow o Navy Blue son piezas instrumentales que podrían haber compuesto los también escoceses Mogwai más minimalistas, y Colour Wheel es un suave artefacto de pop-prog, si es que tal cosa existe. Gates of Heaven es uno de los temas más refrescantes, con unos arreglos iniciales muy cinemáticos (valga la redundancia) y unas melodías vocales muy elaboradas. Con Fever Dream, por su parte, empiezan muy etéreos, envueltos en cojines electrónicos y notas de teclados al aire, pero tras repetir varias veces la línea I have an interview with God sumergirnos en una pesadilla enfervorecida, con dejes casi post-metal.
Tunnels and Trees empieza poperísima para revolverse sobre sí misma e incluso llegar a sonar como un videojuego antes de erupcionar en los estribillos que la sostienen, Touch es más o menos su prima hermana en espíritu y ambas nos encantan. The Naturals es una de las grandes joyas indiscutibles del disco, con ese sonido imposiblemente a medio camino entre el rock acústico más sencillo y el rock de estadios que tan reconocible hace al grupo, para luego desarrollarse entre punteos juguetones y casi experimentales hasta acabar en riffs llenos de energía. La rareza a celebrar es Plead, que empieza con un deje retro-jazz llevada por bajos llenos de groove para irrumpir en progresivos estallidos de furia y distorsión eléctrica que recuerda a los mejores Oceansize y acabar dejándolo arriba y bien raro, recordando incluso a los Biffy del Vertigo of Bliss. Jasabiab es lo más cerca que hemos oído a Biffy de sonar a Beatles, con coros setenteros y luminosos, y Following Master otro de los temas más potentes del disco, lleno de pianos sensibles y de rabia in crescendo a la vez: escalofríos asegurados. Adored pone el broche final con un punto de recogimiento y honestidad al hablar de conceptos como la soledad y la empatía, una de las canciones más sencillas y poderosas del disco a la vez.
Puede que el equilibrio absoluto sea imposible cuando se trata de poner en la balanza la creatividad absoluta y el contentar a nuevos y antiguos fans a la vez. Pero Biffy dejan claro con esta banda sonora, una vez más, que las etiquetas no van con ellos. Y quien se acerque a este disco con ese mismo espíritu aventurero en seguida se dará cuenta de que esta es la asimetría más bella y emotiva que se ha escuchado en tiempo.
Puntuación: 8,5/10
Podéis escuchar el disco en Spotify