11/05/2018. Tradicionàrius CAT, Barcelona. Promotora: Cooncert. Crónica y fotos: Rosario López. El viernes pasado la acogedora sala de actos del Tradicionàrius CAT de Gracia se llenó hasta la bandera para presenciar uno de los conciertos más esperados de la temporada, el de la cantautora surafricana afincada en Berlín Alice Phoebe-Lou.
La plataforma de conciertos bajo demanda Cooncert fue la encargada de traer a la artista a Barcelona, y con todas las entradas vendidas, la expectación se palpaba en el ambiente.
Alice salió al escenario con su guitarra colgada y, flanqueada por bajo y batería, y con un talante desenfadado y sonriente se nos ganó desde la primera canción. Hay algo muy especial en ella, una star quality que resulta todavía más única ante la sencillez que sobrevuela cada gesto, cada estrofa. Fue pura magia oirla interpretar composiciones sobre su infancia, sobre las aventuras que acaban en rodillas peladas, o sobre la necesidad de escapar mediante la imaginación, con la titilante Girl On An Island.
Pero entre toda la delicadeza y desnudez emocional que sobrevoló su concierto, yace una fuerza interior y una valentía encomiables. Así, viéndola cantar nos dimos cuenta de que a veces la resiliencia puede ser decidir darle una vuelta de tuerca al #metoo y sacarse de la chistera Haunt, un tema de denuncia buscándole el lado de humor absurdo a algo que no debería pasar, pero que parece hasta normalizado a día de hoy al ser una mujer en el ojo público: el hecho de tener un stalker o a la fijación de algunos desconocidos de mandarle fotos de pollas a través de sus redes sociales. O recopilar un manojo de pensamientos sobre su experiencia con sus problemas con su imagen personal y convertirlos en una canción con aires de fiesta. Jamás hubiera dicho que se pudiera reflexionar sobre temas tan serios con una media sonrisa. O que una canción tan fuck the patriarchy como Skin Crawl pudiera dejar un poso tan positivo.
La cantante derribó convencionalismos y, comunicándose con los asistentes en todo momento, trazó con mano firme sus propias reglas del concierto perfecto. Por ejemplo, se disculpó si alguien echaba de menos esa noche su canción favorita, pero evita repetir el setlist de un concierto a otro, para no caer en la rutina y asegurarse de que sigue disfrutando de su propia música, lo contrario, explicó, sería el fin: la mataríacomo artista. Esa frescura, ese zambullirse en cada canción como si fuera el primer baño que se toma uno al empezar el verano, se notó durante todo el concierto, mientras su prístina voz sonaba ahora dulce, ahora jazzística, y Alice se dejaba llevar sobre las tablas, sintiendo el sonido, transmitiendo, en temas como la espacial Galaxy.
La noche acabó con la expansiva She, que en su día llamó la atención de la mismísima Academia del Cine, siendo preseleccionada para los Oscar, pero el verdadero premio que nos quedó es la sensación de haber sido tocados por un ángel que aún persiste días después de presenciar una estrella tan brillante como Alice.
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