[CRÓNICA + FOTOS] Editors y October Drift: fiesta sintética en el Razz

26/04/2018. Sala Razzmatazz, Barcelona. Promotora: Cruïlla Produccions. Fotos: Rosario López.

Editors ya son viejos amigos de Barcelona y sobretodo de Razz, sala que les ha acogido en todas sus últimas giras (si no me falla la memoria, esta era la quinta vez que la banda de Birmingham tocaban en la sala grande de Razzmatazz). Hace ya una década desde que colgaron aquí el cartel de entradas agotadas por primera vez y aunque repiten la gesta ante una sala a reventar, sorprende en cierto modo que no hayan dado el salto a salas de aforo superior, como sí han hecho otras bandas de su generación. En cualquier caso, siempre un placer tenerles por aquí, presentando en esta ocasión su nuevo disco, Violence, en esta ocasión de la mano de Cruïlla Produccions. Abrieron la velada la banda October Drift, cuarteto al que la prensa inglesa les tiende a colgar la etiqueta de indie, pese que tras verles nos quedó la impresión de haber visto a una banda de power rock con tintes de shoegaze y post-punk y con un directo muy sólido, soberbiamente defendido. En su directo las murallas sónicas a cargo de las guitarras fueron las grandes protagonistas, así como una actitud intachable, de quien sale al escenario a matar por corto que sea el set y por poco que les conozca el público al que se enfrentan. Y el público respondió, vaya que sí. Después de verles llevar al directo All Broken Down y otro buen puñado de canciones con gran potencial, es fácil entender por qué en su país natal empiezan a estar en boca de todo el mundo.

Editors, por su parte, comenzaron fuerte con singles: primero Hallelujah (So Low), de su nuevo disco, y después A Ton of Love, sin duda alguna uno de sus mejores temas, y Formaldehyde, ambas de The Weight of your Love. Ese gran inicio, con el público entregadísimo bailando y coreando Desire! Desire! como si no hubiera mañana, sentaría la tónica general del concierto: el público estaba encantadísimo de volver a ver a los de Birmingham y la euforia campaba a sus anchas en una sala a desbordar de fans. Y eso que el setlist fue algo irregular, sobretodo por la manera en que repartieron el material antiguo y nuevo, como a borbotones, y la obvia diferencia estilística entre ambas etapas del grupo:  si en sus primeros discos apostaban por un post-punk guitarrero, en Violence y su predecesor el rumbo ha girado definitivamente hacia derroteros mucho más electrónicos, con los teclados ganando campo a las guitarras contagiosas que habían constituido la esencia musical de la banda en sus comienzos.

En directo este nuevo enfoque musical también se nota: hasta cuando tocaron seguidas Blood, Munich y And End Has a Start todas sonaron algo menos crudas, más sintéticas que de costumbre, urgentes en su majestuosidad compositiva pero con la sangre unos grados menos caliente de a lo que nos tienen acostumbrados. Al público poco pareció importarle, a tenor de cómo lo dio todo tanto en ese momento como en tantos otros : lo mismo daba que se sacaran de la chistera el melódico y sentido himno Sugar, la camaleónica Eat Raw Meat = Drool Blood, o que se revolcaran en el fenómeno del pop de corte más actual, con sus teclados tarareables y sus gritos y coros millenials, como hicieron con Cold o Magazine.

 

Y es que si hay un don que tienen Tom Smith y los suyos es el de tirar de oficio y convertir cualquier canción en toda una declaración de intenciones, tan eficiente en lo musical como teatral. Y aunque en ocasiones Tom roce la peligrosa línea del histrionismo, hay algo en él que sigue resultando auténtico y es difícil no seguir con la mirada a ese peculiar personaje escénico que le posee en cuanto pone el pie en las tablas. Pocos saben animar al público y desafiarlo a la vez como él, y luego está ese vozarrón que nunca muestra signo alguno de fatiga. El resto de la banda puede que se quede en un segundo plano, pero ahí están, picando piedra con él, sudando la camiseta para llevar cada canción un poco más arriba, destacando un Justin Lockey magistral que pese a no tener tanto protagonismo como en giras anteriores por el último giro estilítico del grupo, sí que sigue deleitando cuando le brindan el espacio necesario.

Por eso hasta los fans más de la vieja escuela se les acabaron yendo los pies y el resto del cuerpo después cuando cerraron el setlist primero con la abrasiva Papillion y su pulso rave, y luego el himno ochentero que es Marching Orders con su pegadiza sección rítmica final.

Parece estar claro que Editors han cambiado de ruta con este nuevo disco, y que estilísticamente tienen a día de hoy más a ver con un rock de estadios para las nuevas generaciones que con ese rollo oscuro y algo retro que nos atrapó inicialmente.  Quizá sea una necesidad real de desmarcarse de las sempiternas comparaciones con Interpol, quizá un golpe de efecto práctico para alcanzar nuevos fans y dar el salto a salas de mayor aforo en su próxima visita. Lo cierto es que siguen teniendo ese algo en directo. Así que, aunque nos duele haber dejado de escuchar temazos clásicos como Smokers Outside the Hospital Doors, todo parece indicar que en su próxima visita seguiremos acudiendo a ver como este camaleón único en su especie sigue mudando la piel.


TEXTO Y FOTOS: ROSARIO LÓPEZ
 

 

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