10/11/2022. The Cure. Palau Sant Jordi, Barcelona. Promotora: Live Nation. Crónica y fotos: Rosario López. Seis años y una pandemia después de su última visita al Palau, volvieron los de Crawley con todas las entradas vendidas desde hacía meses y el termómetro de expectativas a punto de reventar.
Y aún así volvieron a superar toda expectativa: capitaneados por un Robert Smith que, a sus 63 años, mantiene intacto su carisma y su compromiso innegable hacia el ritual del directo, la banda ofreció un concierto que solo se puede calificar de generoso y épico. Generoso en duración, algo ya típico en los directos del grupo (dos horas y cuarenta y cinco minutos marcó el reloj en esta ocasión), pero también en entrega y emoción. Cantidad, sí, pero sobretodo calidad. Desde el minuto uno la banda parecía verdaderamente agradecida de poder reunirse con el público barcelonés e hicieron que cada nota, cada fraseo, contara.
La vuelta del mítico Simon Gallup al bajo pilló por sorpresa a más de uno de sus fans, que habían leído su anuncio de que dejaba la banda en verano de 2021 pero no el de su vuelta a la misma, que tuvo lugar pocos meses después. Una vez más, Gallup demostró en el Palau que su mojo escénico y sónico es parte esencial de la magia de The Cure en directo, a base de encaramarse a los monitores, interactuar con toda la banda con ese bajo que lleva colgado siempre, y perdón por la redundancia, tan bajo, y no parar quieto en general mientras apuntala las canciones con línea de bajo tras línea de bajo legendaria. Una parte tan integral del grupo como la voz de Robert, que el jueves sonó mejor que nunca, desafiando a las leyes de la biología y la edad: sonando fresca, joven y poderosa en un Palau donde ni un alma se quedó sin disfrutarla debidamente.
Tuvimos la oportunidad de escuchar por primera vez sobre un escenario los cuatro adelantos de su próximo disco, “Songs of a Lost World”: Alone, con la que dieron comienzo al show, And Nothing is Forever, A Fragile Thing, I Can Never Say Goodbye (que Robert dedicó a su hermano, fallecido recientemente) y Endsong. Todas ellas apuntan a un giro hacia un sonido más oscuro, a la Disintegration, y con letras más existenciales, muy centradas en el paso del tiempo e inspiradas en el sentimiento de pérdida. Endsong, en particular, nos dejó en trance con unos arreglos muy progresivos y sombríos y una letra de vello de punta total, una de las interpretaciones más sentidas de Smith, que alzaba los brazos como intentando atrapar los recuerdos.
El resto del setlist fue una intrincada combinación de canciones que, ante la inabarcabilidad del catálogo de la banda, fue lo suficiente variada para hacer que el tiempo volara. Pese a pasar totalmente por alto discos como Bloodflowers o The Cure (una pena, por mucho que ya sea habitual), en el setlist hubo de todo: del manto de hipnosis colectiva que supuso A Forest hasta los sonidos más ochenteros (Play for Today, Shake Dog Shake, Push y tantas otras), pasando por el tour de force que siempre es From The Edge of the Deep Green Sea. Esta crónica no estaría completa para mi sin hacer una mención especial para ese temazo que es Burn, para mi la mejor interpretación de toda la noche, con ese poso industrial, espíritu noventero y un Jason Cooper totalmente desatado a la batería. En el segundo encore cayeron todos los himnos pop “pesos pesados” (Lullaby, Friday I’m in Love, Close to Me, Just Like Heaven): ahí ya no quedó alma sin bailar ni desgañitarse en todo el Palau, acabando la noche, cómo no, con ese himno festivo contra la masculinidad tóxica que es Boys Don’t Cry. Llegado este punto, decir que éramos 15.000 personas en éxtasis no es ninguna exageración.
The Cure se han vuelto a confirmar a su paso por Barcelona como una de las mayores bandas de la historia de la música, capaz de desplegar el mayor catálogo de sensaciones con su música y cuya leyenda no hace más que fortalecerse con cada vez que tenemos la infinita suerte de verles. Por muchas giras más, y see you soon I hope, Robert.
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