Hacía seis años desde su última visita, pero la espera ha valido la pena. Florence Welch consiguió ayer sábado en Barcelona con aparente sencillez algo que está al alcance de muy pocos: que los miles de personas que se reunieron ayer en el Palau Sant Jordi se sintieran tocados por su voz y su aura azul.
La valquiria peliroja apareció descalza a ras de suelo ante un cálido manto de fans entregados, que lo dieron todo desde el primer segundo: fue subirse al escenario ella y ya no dejarían de corear cada sílaba y cada nota de un setlist que parecía cuidadosamente definido para derretir hasta al corazón más frío. Presentaba nuevo disco, How Big, How Blue, How Beautiful, cuyo título tuvo algo de premonitorio: el concierto de Florence y su maquinaria nos cautivó entre elegantes vapores azules y grandilocuentes estribillos, entre la adoración casi religiosa de unos fans entregados a la belleza del momento.
Escalofríos y mucho amor inundando un Palau que contó con una muy buena entrada. La épica de un show en el Sant Jordi puede parecer que queda grande a veces para las propuestas más indies, pero no fue el caso: el tamaño del recinto estaba a la altura del de su voz, y apenas apoyándose en su fuerte presencia escénica y unas luces estratégicamente colocadas tras su vestido semitrasparante, los fans y nuevos conversos la vimos corriendo descalza escenario arriba y abajo, entregarse en cada nota y todo desborando simpatía, como cuando contó entre canción y canción como habían tocado en el Pop Bar de Razz en su primera visita en 2008 y habían acabado borrachos por la calle a las 10 de la mañana.
Delilah, Cosmic Love, el cover de You’ve Got The Love, Dog Days Are Over y la intensa Drumming Song como broche de oro fueron las estrellas que más brillaron de la noche. Una de esas noches en las que te sientes afortunado de haber estado ahí para vivirlo.
CRÓNICA Y FOTOS: ROSARIO LÓPEZ