Pixies volvían a Barcelona en el que era su primer concierto en sala desde su reunión. Hasta tres veces les habíamos podido ver los barceloneses dentro de la programación del Primavera Sound (ediciones de 2004, 2010 y 2014), pero el verles en una sala era un placer que se nos había mostrado esquivo hasta ahora a los que no tuvimos edad u oportunidad de verles antes de su separación en 1993. El Sant Jordi Club había colgado el cartel de “entradas agotadas” en los días previos al concierto y la expectación bullía entre las primeras filas, una gran maraña de cuerpos apretados y sobreexcitados bien por encima de los treinta años.
Los de Frank Black venían a presentar su nuevo disco, Head Carrier, aunque nadie lo hubiera dicho visto el comienzo del concierto, que despegó con paso firme y toda la agresividad que se puede tener con Frank Black blandiendo una acústica, con Cecilia Ann, Nimrod Son y Mr Grieves. Con las primeras filas desbocadas ante el tirón inicial, se bajaron de pronto las revoluciones un poco con Greens and Blues, como única representación de su disco anterior, Indie Cindy. Quienes esperaban una ristra de temas “de los nuevos” después de esa mirada al pasado reciente se equivocaban, porque el grupo descerrajaró Where Is My Mind? cuando prácticamente aún entraban al recinto con la lengua fuera los que habían tardado en aparcar. Aunque muchos se sorprendieran de que no dejaran semejante bombazo para el final, muchos lo agradecimos, así se la quitaron de encima y nos ayudaron a paladear mejor todo lo que vendría después, que no fue poco… y nada le tuvo que envidiar.
Porque lo que siguió fue una demostración de fuerza que nos recordó que el aparentemente bonachón de Frank Black tiene más garra y rabia que la mayoría de tíos duros tatuados que vemos sobre el escenario: el setlist estaba plagado de canciones en las que le vimos sacar a relucir la mala leche y rugir hasta despeinarnos, así fueron cayendo Tame, Planet of Sound, Gouge Away, Debaser, Break My Body o Bone Machine. Como decimos por aquí: que n’aprenguin.
Paz Lechantin, ex A Perfect Circle y Zwan, y ya miembro permanente tras el “hasta aquí hemos llegado” final de Kim Deal hace dos años, volvió a dejar claro por qué es el mejor fichaje posible para la banda. Más allá de la nostalgia de la formación original, lo cierto es que en directo a Paz se la ve como pez en el agua y aporta su propio carisma tanto a las voces como al bajo. De hecho, que me perdonen los puristas (sí, todos queremos a Kim), pero en mi opinión Paz va más sobrada vocalmente. Como muestra, su dulce interpretación de All I Think About Now, cuya letra, se dice, habla precisamente de… Kim. Ese fue, por cierto, uno de los mejores temas nuevos que sonaron, deudor del sonido más clásico de Pixies, pero con todo el peso escénico y vocal sobre Paz. Solo se harían tres paradas más en el último disco: The Tenement Song, Talent (otra que destacó) y la pausada All The Saints. Quizá sorprendió la ausencia de Um Chagga Lagga, que hubiera encajado a las mil maravillas entre el material antiguo.
Quien para nuestra alegría volvía a estar en plena forma musical fue Joey Santiago. Recordemos que había tenido que ausentarse de los actos promocionales del nuevo disco en septiembre ante la necesidad urgente de ingresar a rehabilitación por su abuso del alcohol y las drogas, pero ayer toda posible duda sobre el futuro de la banda quedó lejos y pudimos celebrar todos su valiente decisión. Quizá por eso a Frank se le veía más sonriente que de costumbre ya desde el principio.
En fin, volviendo a las canciones: podríamos ponernos puntillosos y contar qué temas nos faltaron a unos y a otros, en mi caso se les quedaron en el tintero Velouria, Monkey Gone to Heaven, Gigantic o Alec Eiffel. Pero a cambio hubo guiños a los fans de la vieja escuela, rescatando por ejemplo dos de las canciones menos mainstream del Bossa Nova: Blown Away y la preciosa y ensoñadora Ana. Dos momentos emotivos que pondrían el contrapunto entre los himnos indies indispensables (Wave of Mutilation, Here Comes Your Man) y la descarga de locura habitual de Frank y sus secuaces cuando se ponen gamberros: la parodia de U-Mass, Crackity Jones y su Paco Picopiedra, el trote de Vamos, I’ve Been Tired y su imprevisibilidad y el subidón que siempre supone berrear a voz en grito Isla de Encanta intentando seguir su castellano imposible. Mención especial para La La La Love you, esa gema oculta con la que volvió a brillar la increíble voz grave que se gasta David Lovering allí atrás, sentado tras el set de batería.
El concierto acabaría de manera atípica, cómo no, porque ¿qué es Pixies si no una banda deliciosamente rara? Primero llegó la maravilla de sentir a toda la sala tarareando Hey, apuntalada por esa línea de bajo mágica. Luego el grupo abandonó el escenario, y esperamos pacientemente para que volvieran para el consabido bis. Todos echábamos cábalas sobre qué gran éxito caería para cerrar, cuando de pronto una nube gigante de humo blanco los engulló hasta hacerlos desaparecer entre el exceso de decibelios de una de sus caras B más ruidosas, Into the White. Y la verdad, cuanto más lo pienso, yo ya no sé si esto que os acabo de contar fue un concierto muy bueno o un sueño muy real.
Texto y fotos: ROSARIO LÓPEZ