[CRÓNICA + FOTOS] Tamino: la noche de los pequeños milagros

13-12-2019 – Tamino + Odina. La [2] de Apolo, Barcelona. Promotora: Concerts Estudio, Festival Mil·leni. Al abuelo de Tamino, el cantante y actor egipcio Fouad Moharam, le llamaban El Sonido del Nilo, así de talentoso y legendario llegó a ser en su país de origen. Algo de genética parece haber en el caso de este chico prodigio nacido en Bélgica que ahora, en 2019, ha regalado al público barcelonés una de las mejores noches de música que hemos visto en tiempo.

Echando cuentas, Tamino era un bebé aún en 1997 cuando Jeff Buckley se ahogó accidentalmente en las aguas del Mississipi. Quizá por eso sentí un escalofrío indescriptible al verle cantar en La [2] de Apolo la letra de Persephone “Be wary of my river’s undertow /
It flows with water from the coldest source”.
Porque lo cierto es que al presenciar la magia de este cantautor belga-egipcio en directo, es difícil no pensar en Jeff, en esa magia y sensibilidad únicas que desprendían sus actuaciones y sus letras. Tamino, aún involuntariamente, desprende una chispa especial que es lo más parecido a las grabaciones que quedan de Jeff en directo que yo haya presenciado nunca.

Pero limitar a Tamino a esa comparación sería injusto. A solas en el escenario, con una pedalera en la que disparaba coros y efectos para acompañar su diestra interpretación a la guitarra, lo que presenciamos es un espectáculo casi milagroso y con su propio sello de personalidad. La sabiduría y sensibilidad en la interpretación vocal de este chico de veintitrés años parece la de quien lleve muchísimo vivido, un alma vieja: al igual que sus letras, inspiradoras y a menudo oscuras, que evocan tanto a Leonard Cohen como a Nick Cave o al propio Buckley. Y aun así Tamino suena a sí mismo, fuerte y vulnerable, joven y clásico a la vez.

Con piezas tan emotivas como Cigar, Persephone, Blue Indigo o Chambers, la sala fue tomada por un estado a medio camino entre la melancolía y la euforia por lo excepcional del talento que teníamos delante, pero fue con Habibi, su tema más sentido, con la que el tiempo pareció pararse definitivamente. Nunca había visto a tanta gente y tan variopinta llorando al acabar la canción y encenderse las luces.

Ni siquiera importó que hubiera algún problema técnico puntual con la pedalera de efectos entre canción y canción. Ante sus sutiles gestos de contrariedad, era imposible no estar de acuerdo con la fan que le animó desde primera fila con un tierno Do not be sad, it’s still perfect!

Conciertos como el de esta noche no se ven a menudo. Cuanta belleza la de esta interpretación desnuda de todo adorno, y qué poderosa cuando es capaz de dejar ese poso emocional que se queda contigo durante días y días.

TAMINO

ODINA

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