05/09/2019. Sala Upload, Barcelona. Promotora: PsychFest BCN. Crónica y fotos: Rosario López. Ayer se obraba la milagro: Temples tocando de nuevo en Barcelona después de cinco años de espera. Y por primera vez, en sala, en concierto propio y sin que la suya fuera una actuación sorpresa. Era mucha la expectación por verles así, y la íntima Sala Upload registró un lleno absoluto.
Tras la actuación de los barceloneses Vetviolet, con interesantes desarrollos psicodélicos instrumentales pero un setlist algo desigual, saltaron a escena James Edward Bagshaw y los suyos, ante un público que prácticamente venía extasiado de casa.
Con semejante ambiente siempre hay cierto riesgo de batacazo, pero no con esta banda. Hay una magia inherente en el ambiente, algo inexplicable, desde que James, enarbolando una de sus preciosas guitarras Gretch, pega un zapatazo inicial sobre las tablas con sus zapatos dorados y la banda aborda la rítmica Question Isn’t Answered con un extra de fuzz. Cosas de la magia: no la ves pero está ahí, la sientes en el vello de punta y las cosquillas en la cabeza con ciertos acordes.
Hay que reconocer que Temples han ganado con el glamouroso Rens Ottink a la batería, que cuenta con una pegada magnífica y una gran química con el siempre intenso e inquieto Thomas Edison Walmsley, al bajo. Por otra parte, ante el juego escénico que da James con su voz angelical y su presencia cada més más suelta, interactuando bastante con el público, está en el lado opuesto Adam Smith. Adam sigue en un cierto segundo plano con su guitarra rítmica y los teclados, y una media sonrisa en la cara: secretamente nos da la sensación de que es en realidad un mago Merlín de camuflaje, gran responsable de la magia del sonido de la banda. Sea como sea, la complicidad entre toda la banda es más que evidente, y no hay imprevisto puntual de sonido que no se salve entre sonrisas y guiños.
Habrá quien se quede en la superficie de su estética y referentes y reduzca a Temples a un a mero revival psicodélico muy bien ejecutado, pero para quien sepa ver más allá está cada vez más claro que tienen un sonido propio más que reconocible y que bebe de muchos otros géneros. Pero su principal baza es, sobretodo, el contar con un catálogo en que prácticamente todas sus canciones son redondas, que ya quisieran décadas y décadas de grupos. Tantas joyas tienen que ahora, con su tercer disco ya a la vuelta de la esquina, es matemáticamente imposible sacar a pasear nuevo material sin dejarse en el tintero maravillas como Ankh , Open Air o Strange or Be Forgotten, que sí tocaron en Madrid hace unos meses. ¿Pero quien puede quejarse cuando Hot Stuff tiene a toda la sala en modo guateque definitivo con ese groove y tempo nostálgico, o cuando presencias You’re Either on Something y es el equivalente sonoro a que te dé el suave sol de primavera en la espalda? No seré yo. Puede que fuera de la sala estuviera lloviendo a cántaros, pero allí dentro y gracias a himnos como Certainty, con sus aires de videojuego 8 bits, o la cinemática Sun Structures, estábamos todos cabalgando un arcoiris. Y bailando como lo hacían nuestros padres en sus años mozos.
Llegó el tramo final con los cuatro músicos convertidos en delgadas siluetas sobre las fantásticas proyecciones psicodélicas a cargo de Héctor de La Puente, y acabaron de sentenciar enlazando Keep In The Dark y Shelter Song. Esta última derivó en una progresión noise final que nos llevó a la locura mientras los cuatro músicos disfrutaban como niños, dejándose llevar por el sonido, eabandonándose a su ritual de comunión banda/público.
Acabada Shelter Song, la que habían anunciado como última canción del concierto, la banda se marchó del escenario, pero había una gran ausente y el público no pensaba marcharse a casa sin oirla: así fue como, en oleadas, se empezó a oir a cada vez más gente tarareando la guitarra principal de Mesmerize. Tras unos minutos de comunión entre los fans, tarareando la canción cada vez más fuerte, Temples salieron a escena de nuevo, sorprendidos ante la pasión local, y James, sonriente, nos animó a que por favor no dejáramos de cantarla. Despegó la canción al fin y la banda se entregó a fondo, tanto que la noche acabó mejor imposible: con James dejándose caer entre las manos de los fans de las primeras filas entre las notas finales, paseándose así por la sala. Desde abajo fue muy clara esa sensación electrizante de que joder, pese a que el mundo esté hecho una mierda a veces, la vida puede llegar a ser muy bella.
He leído hasta la saciedad que en base a su sonido, los componentes de Temples nacieron todos en la década equivocada, que tendrían que haber nacido muchos años antes para haber alcanzado un éxito más rotundo. Yo creo que todos esos críticos están equivocados, y que simplemente Temples, como banda, nacieron cuando tenían que nacer. Como superhéroes musicales al rescate en el último minute, Temples nacieron cuando más les necesitábamos todos.
¡Por muchas misiones de salvamento más!