[CRÓNICA + FOTOS] Viernes 5. El Cruïlla 2019 ofrece su jornada más rockera

5 de julio de 2019. Parc del Forum. Festival Cruïlla 2019. Crónica y fotos: Rosario López. El Cruïlla 2019 despegó en la jornada del jueves a todo trapo, guiado por la pasión y entrega del rock de Berri Txarrak. No lo tuvieron fácil: hasta dos falsos comienzos tuvieron los navarros, por culpas de problemas relacionados con la electricidad, pero a base de echarle arrojo y ganas, finalmente vencieron contra los elementos en la que fue, presumiblemente, su última aparición en un festival en tierras catalanas. Decir que el público lo gozó es quedarse muy corto.

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También el viernes pudimos disfrutar de la frescura de la francesa Zaz, fenómeno de masas que el propio festival ha visto nacer y evolucionar, desde que la viéramos en 2014 en modo estrella emergente. Buen rollo y un público tan variopinto como intergeneracional que lo pasó pipa mientras la cantante desgranaba hits veteranos y los alternaba con temas de su último album, Effet Miroir.

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Lo de Vetusta Morla es arena de otro costal y es que los madrileños se hicieron con la que probablemente fue la mayor afluencia de público de la noche, por encima de grandes bandas internacionales de largo recorrido. Viejos conocidos de Cruïlla, su base de fans es capaz de reunir a fans del indie, acólitos de Radiohead, poperos mainstream… son pocos los que se pueden resistir al potente show de luces y al sonido que despliegan, siempre impecable, capitaneados por el carisma único de un Pucho teatral como pocos, que una vez más, se salió.  Musicalmente pueden gustar más o menos pero hay que quitarse el sombrero ante sus letras evocadoras, siempre capaces de hacer reflexionar… hasta en medio del frenesí festivalero. Golpe Maestro, Maldita Dulzura y Deséame Suerte, con la uqe empezaron, fueron algunas de las canciones que mejor recepción tuvieron.

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Pero a nivel personal el concierto del día (y probablemente del festival) fue el de Garbage. Catorce años sin tener a la banda escocesa por territorio catalán son muchos y a la propia Shirley Manson se la veía pletórica por reencontrarse con su público barcelonés: incluso compartió, entre tema y tema, entrañables anécdotas de cómo les sorprendió la entusiasta acogida que tuvieron en los años 90 con su primer concierto en Barcelona. Esa química entre frontwoman y público fue una constante durante toda su actuación, que estuvo convenientemente salpicada de temas de su segundo disco, Version 2.0, que el año pasado cumplió la friolera de veinte años. Y es que pasan los años,  pero las canciones quedan, y Shirley Manson sigue siendo una de las artistas más inspiradoras y auténticas del rock. De Versión 2.0 salieron precisamente gran parte de los hits que todos ya esperábamos oir: Special, Push It, I Think I’m Paranoid… pero también gemas oscuras que actuaron de guiño perfecto a los incondicionales de la banda. Una de las que más triunfó fue la perversa Wicked Ways, con versión de Personal Jesus de los Depeche Mode incluída, un acierto en lo lírico y musical, declaración de principios de Shirley: ¿quien necesita redención alguna cuando sigue su religión única y particular? Dumb fue también una gran sorpresa, un gran homenaje a la vertiente más noise del sonido Garbage, con Shirley entregada saltando por el escenario llevada por el estribillo industrial y repitiendo una y otra vez , obsesivamente, I still don’t know what you think of me. Hay que reconocer que compositivamente el material más nuevo de la banda no acaba de tener el calado de sus clásicos, auque Empty nos dio en directo una lección de garra que consiguió romper por unos minutos esa tónica general. Aunque para euforia la que nos invadió a los fans de toda la vida al escuchar himnos como #1 Crush, Vow o Only Happy When it Rains, de su debut. ¿El momento fiesta absoluta del concierto? Una Cherry Lips mayestática e inclusiva que dedicaron al colectivo LGTBI y que fue el bálsamo mágico capaces de hacernos sentir, a todas y sin nostalgia mediante, muchísimo más jóvenes de lo que somos.

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Así las cosas, Foals fueron los encargados de darnos el último chute de energía de la noche, ya de madrugada y tras una jornada de bastante calor. El público les esperó, fiel, y ellos cumplieron con creces con un setlist en que abundaron las referencias a su último trabajo, Everything Not Saved Will Be Lost, part I, en un directo en constante ascenso y que fue de los aires tropicales iniciales al estallido math-rock de alta intensida de la tríada infalible final: Inhaler, What Went Down y Two Steps, Twice. Yo sigo fascinada con la proximidad real que tiene su vocalista Yannis Philippakis, el entertainer definitivo, con su público. El control que tiene sobre el mismo es total, haciendo a miles de personas agacharse en plena cúspide final del concierto, por ejemplo, y siempre pasando a un plano físico: en esta ocasión se aventuró a zambullirse entre los fans, cantando, y a inclinarse sobre las primeras filas para preguntar si alguien tenía un cigarrillo, y al alargárselo un fan, pedirle a este también fuego. Hot hot hot.

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