11 de julio de 2019. Espacio Mad Cool, Valdebebas. Promotora: Mad Cool. Crónica y fotos: Rosario López. La cuarta edición del Mad Cool daba su pistoletazo de salida el jueves y desde el comienzo ya se vieron los buenos resultados de la redistribución del espacio en el recinto de Valdebebas, que ponía remedio a las aglomeraciones del año pasado y hacía que uno estuviera tentado continuamente con pasear o echarse en el césped entre concierto y concierto.
El cartel diario empezó con una de las grandes sensaciones del momento: la multiinstrumentalista y cantante australiana Tash Sultana. No hay muchos artistas en solitario capaces de tocar en el escenario principal de un festival de esta envergadura, pero Tash no se dejó amedrentar e hizo el espacio suyo, casi literalmente: había recreado la decoración del dormitorio en el que la conocimos a través de sus videos DIY en Youtube para ofrecernos, desinhibida y llena de confianza, una generosa actuación que convenció hasta a los más incrédulos. Perdimos la cuenta de cuantos instrumentos exprimió con maestría, de la trompeta a la guitarra: lo de Tash es genio creativo en su más pura forma, y carisma a raudales. ¿Cómo no rendirse a la maravilla que son temas como Jungle o Can’t Buy Happiness? Y luego aún hay quien dice que Youtube no sirve para nada.
Mientras tanto, en el extremo opuesto del recinto, La Dispute reunían a la facción más alternativa de los asistentes para una sesión de post-hardcore de altura. Los de Michigan habían sido una de las mayores sorpresas al anunciarse el cartel y me da que había quien había peregrinado hasta Mad Cool con la entrada de día solo para verles (era la primera vez que actuaban en Madrid). Desafiaron al sol de la tarde, que les daba de pleno, y se entregaron a su público con la misma entrega con que lo harían en una sala de aforo limitado: la energía que desprendieron con For Mayor In The Splitsville, o Woman In Mirror subió la temperatura y cualquier esfuerzo por verles valió, y mucho, la pena.
Iggy Pop
Con el sol poniéndose tras el público, el concierto de Iggy Pop fue todo lo que esperábamos de él y más: es casi inverosímil la energía que aún consigue imprimir la Iguana a cada movimiento por el escenario a sus ya setenta y dos años. Empezó con I Wanna Be Your Dog, con toda la maquinaria punk perfectamente engrasada, y en seguida supimos con absoluta certeza que ese iba a ser uno de los mejores conciertos de todo el festival. Cayeron los más grandes clásicos de los Stooges (Give Me Danger, Search And Destroy, No Fun) y hasta una versión de David Bowie, The Jean Genie. Pero la canción que mejor le define sigue siendo Lust For Life, entusiasta e imparable: ya quisiéramos muchos que tenemos la mitad de su edad haber tenido en algún momento el ansia por vivir que demuestra siempre James sobre las tablas.
Let’s Eat Grandma
Perry Farrell’s Kind Heaven Orchestra
Perry Farrell es como es: o lo tomas o lo dejas. La modestia no es su fuerte, en su caso se aplica esa máxima de antes muerto que sencillo, pero precisamente por el orgullo que destila en sus gestos excéntricos es por lo que le amamos.
En esta nueva aventura no hay números de suspensión ni rollo sadomaso, como vimos en este mismo festival hace unos años con sus Jane’s Addiction, pero sí vestuario a lo bailes de salón, puesta en escena selvática y ese rollo sensual que se lleva siempre con Etty Lau Farrell, que ayuda a animar el cotarro tanto de bailarina como haciendo los coros. La química real entre ambos es innegable y hacen buen uso de ella, apoyados sobre una orquesta de más de ocho miembros en la que hay de todo: cuerdas, vientos, coristas… No hemos reparado en gastos.
Y ante todo, hay canciones: temas como las iniciales Pirate Punk Polititian (clara referencia a Trump) y Machine Girl funcionan genial en directo. Cosa que no quita que, como no podía ser de otra manera, sean al final Jane Says y Mountain Song, the Jane’s Addiction, las que se acaban de llegar el gato al agua en cuanto a respuesta del público. Aún así, un gran show de rock con buenas dosis de teatralidad.
Rews
Otra ración de ganchos guitarreros fue la que nos ofrecieron el joven trío londinense-irlandés Rews. Con un sonido reminiscente de bandas como Royal Blood pero con un extra de actitud riot grrrl, hacía tiempo que seguíamos la pista de esta banda y fue uno de los mejores descubrimientos en directo que nos ofreció el escenario Consequence of Sound.
The Hives
Pasada la una de la madrugada y con bastantes conciertos disfrutados ya encima, el cuerpo empezaba a decaer pero llegó el antídoto perfecto para el cansancio: nuestros gentlemen canallas favoritos, The Hives. No hay bebida energética que pueda competir con el torrente punk-rock de estos suecos, que una vez más se alzan con el premio a la banda-espectáculo en mejor forma de todo el festival. Torrente de hits inmediatos y un Pelle Almqvist mayestático que parece convertirse en personaje de dibujos animados con sobredosis de elixir de la eterna juventud en cuanto se sube a un escenario. Tick Tick Tick Boom, Main Offender, Walk Idiot Walk, Hate to Say I Told you So… no escatimaron en hits infalibles para la ocasión, igual que no dudaron en bajar al público para acabar de transmitirnos su entrega en las distancias cortas. Disipando dudas, por si a alguien le quedaba alguna duda de que son los putos amos.