Imagine Dragons demostraron ayer lo rápido que pueden ir las cosas en estos tiempos para algunos grupos afortunados: o cómo una banda podía ser casi totalmente desconocida hace un año y medio, y estar hoy tocando delante de miles de fans enloquecidos, que parecen haberles nombrado unanimemente su nuevo grupo favorito.
Y si no, mirad lo que pasó en Barcelona. Después de que se agotaran las entradas para el concierto en Razzmatazz, el clamor popular de todos los fans que se habían quedado sin la suya hizo que se cambiara el concierto a un recinto mayor, el Sant Jordi Club, pero también allí se volvió a vender todo y finalmente se cambió de recinto, a nada menos que el Palau Sant Jordi. Allí finalmente y tras la actuación del artista invitado, Dan Croll, unos 8.000 fans dieron una calurosa bienvenida a los de Las Vegas.
Dan Reynolds y los suyos salieron, pues, con esa seguridad aplastante de saber que tus fans van a acoger tu actuación con ganas. Se notó desde el principio, con Round & Round, primer tema que ya vio al vocalista Dan Reynolds desplegando su colección de poses triunfales al borde del escenario, con gestos sentidos incluidos y brazo extendido con el micro hacia el público, que se desgañitaba coreando sus himnos. Amsterdam y Tip Toe siguieron la estela del comienzo, en el que abundaron los redobles de tambores y timbales, una de las señas de identidad de un grupo que parece facturado para que se te vayan los pies.
Y la verdad es que el cocktel que vimos era efectivo, y probablemente los fans quedaron satisfechos, porque tuvieron en cantidad todos los factores que esperaban esa noche: el sonido estuvo a la altura, sonaron los grandes hits del grupo (con su mayor bombazo, Radioactive, sabiamente reservado para el final), abundaron las percusiones en las que todos los componentes del grupo parecían participar, llevados por el buen rollo. Incluso cayó la generacional versión de Song 2 de Blur, y también las historias de infancia del vocalista, que años atrás había visitado Barcelona con su familia, y que hicieron que las fans se derritieran viendo que hasta hace poco era simplemente un chico normal, cual vecino de la puerta de al lado (ese concepto tan americano). Y obviamente Dan y su guapura corrieron escenario arriba y escenario abajo, remangándose la camiseta llevado por la emoción, acercándose al borde del escenario y dándose su baño de multitudes, entre guiños a las primeras filas y gestualidad un poco hiphopera.
He dicho que el show tuvo todo lo que los fans esperaban, y ahí está lo único que eché en falta personalmente: el factor sorpresa, y un poco más de sangre caliente. Si hay algo que en mi opinión convierte un buen concierto en uno inolvidable, es esos momentos en que vemos a los artistas saltarse la coreografía, que hacen que la noche vaya de menos a más y el público se quede boquiabierto, incapaz de quitar la vista del escenario. Quizá la banda mostró sus cartas demasiado rápido, pero después de los tres primeros temas la tónica que seguiría toda la noche quedó clarísima, y no hubo giros en el guión. No sería justo decir que Imagine Dragons no llenaron el escenario del Sant Jordi (bien que se movieron, y seguridad en sí no les faltó), pero sí que me hubiera gustado que arriesgaran más, que salvaran más, por ejemplo, la distancia con su enfervorizado público como no tienen miedo en hacer figuras consagradas como Brett Anderson o Damon Albarn.
Pero bien: les daremos el beneplácito de la duda. Hay que recordar que estamos hablando de un grupo con un sólo disco a sus espaldas. Quizá el crecimiento exponencial de su público les ha pillado por sorpresa hasta a ellos mismos; quizá en su próxima visita el show y su propia presencia escénica serán más explosivos y les harán pasar del status de grupo revelación al de grupo consagrado. Sólo el tiempo lo dirá, pero a juzgar por los números no se puede negar que van por el buen camino.
Crónica y fotos: Rosario López