One Breath, el nuevo disco de Anna Calvi, sale a la luz envuelto en una gran expectación por parte de sus fans. Y es que con sólo un disco, su debut homónimo, la inglesa se metió en el bolsillo al público, a la crítica más exigente y hasta a artistas del calibre de David Bowie.
Después de disfrutar de un éxito tan repentino, sobretodo en su Inglaterra natal, muchos se hubieran dejado llevar por la tentación de seguir el camino aprendido y hacer un segundo disco que continúe con la fórmula mezcla de chanson française, el pop bailable y el rock guitarrero inspirado en PJ Harvey.
Pero Anna parece dispuesta a demostrarnos que puede moverse con facilidad por territorios no explorados, y en esta segunda entrega nos ofrece un disco que, sin perder su sello personal como cantante, busca sorprender y mostrar facetas hasta ahora escondidas tanto estilística como vocalmente.
El disco despega con unas cálidas notas de guitarra, casi murmurantes, que nos confirman su denominación de origen: Anna tiene un sonido muy característico tocando la guitarra, atrayente e hipnótico, y esta breve introducción acompañada por suaves arrullos de la cantante nos prepara para un primer tema, Suddenly, que en seguida se revela potente y abrumador, con coros alegres y soñadores y un estribillo a la altura de los grandes momentos vocales de su primer disco. Y si en el primer arranque es todo melodía, en Eliza (primer single extraído del álbum) nos encontramos con una base rítmica palpitante contra melodías melancólicas y una Anna que una vez más demuestra su increible rango vocal y técnica con unos dibujos vocales bastante propios de los grandes nombres de la canción clásica que tanto la han influenciado, como Edith Piaf.
Hasta aquí aún parece que la onda de este disco no va a estar muy lejos de la de sus discos anteriores, pero entonces llega Piece By Piece y con ella la sorpresa: Anna se nos lanza al vacío con un tema arriesgado como pocos, con base casi electropop y guitarras que se atreven a sonar discordantes y a jugar incluso con desafinaciones, como para hacer que su voz suene todavía más perfecta. Cry se mueve también en tesituras diferentes a lo habitual, con un inicio coquetamente lento e inesperadas explosiones de guitarras ruidistas que personalmente me recuerdan a la vertiente más experimental de St Vincent. Quizá el único fallo que le encuentro a este tema es que acaba demasiado discretamente, tal y como empezó: me gusta la intención pero te deja algo a medias.
Así llegamos al ecuador del disco, y lo hacemos con una clara línea divisoria marcada por una canción que parece hecha de lo que están fabricados los sueños: Sing to Me, pieza en que la voz de Anna, desnuda de todo artificio tan sólo acompañada sobre delicados arreglos, canta al amor y a la persona amada y nos llega a lo más hondo, sobretodo en un tramo final que raya la excelencia vocal operística. Si no te estremeces completamente al escuchar esta canción, es que no tienes sangre en las venas. Después de semejante experiencia, la siguiente canción, Tristan, tiene una difícil papeleta, pero resulta que la resuelve sin problema empezando desde el primer segundo con dosis extras de frescura y guitarras cañeras: consigue sacarnos de la ensoñación en que nos encontrábamos inmersos con enérgicos coros y esa sensibilidad pop que tanto nos recuerda a su primer disco.
El tema que da título al disco, One Breath, en cambio, pasa de puntillas y suena un poco inocuo entre semejante desfile de emociones, aunque se redime en su último minuto y medio con un cinematográfico pasaje de orquesta en la que los violines mandan totalmente. Y de nuevo buscando el contraste nos encontramos con una canción que es todo un rara avis desde mi punto de vista, la grunge y canalla Love of My Life en que vuelven a rugir las guitarras y se nos vienen a la mente unos Yeah Yeah Yeahs en sus mejores tiempos. Carry Me Over, por su parte, parece llevarnos a territorios más convencionales pero acaba desarrollándose de una manera muy progresiva, como una banda sonora intrigante y fuera de serie. Bleed Into Me vuelve a mostrarnos el lado más romántico y cercano del disco, y con The Bridge se llega al final como arrastrados por una suave caricia, dejándote en silencio y con un buen puñado de sentimientos sobre los hombros.
En definitiva, estamos ante una obra muy valiente. No es un disco tan inmediato como su debut, ni tiene ese aura de banda sonora de western que le daba ese toque tan sexy al mismo. Y es cierto que el oyente en las primeras escuchas puede percibir el conjunto un poco distante debido a la tremenda variedad de estilos. Pero es una obra que gana con cada nueva escucha, vertebrada por algunas canciones que pasarán a la historia como de los más intensos que ha creado la cantautora. Anna vuelve a demostrar que está por encima de etiquetas y que aún tiene muchas canciones por ofrecer con las que ponernos el vello de punta. Esta chica está llamada a ser una de las más grandes. Y si no, tiempo al tiempo.
“One Breath”, Anna Calvi. Domino Recording Co Ltd., 2013.
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