[CRÓNICA + FOTOS] Frank Carter & the Rattlesnakes en Barcelona: ácido en las venas

13/11/2019. Frank Carter + Kid Kapichi. Razzmatazz 2, Barcelona. Promotora: Resurrection Fest. Escribo esto de madrugada aprovechando el subidón natural que te da el ver un concierto como el de esta noche. Frank Carter & The Rattlesnakes volvían a Barcelona hoy tres años después de petar, literalmente, el Razz 3, a las puertas del lanzamiento de esa obra maestra que es Modern Ruin. En esta ocasión, han dejado Razz 2 casi a puntito del sold out, y es que el idilio entre nuestro pelirojo favorito y Barcelona no hace más que crecer con la diversidad de miras estilísticas y temáticas de su último disco, End of Suffering.

Un disco que no hace sino ahondar en la dualidad de Frank a nivel personal: sí, Carter es ese showman punk e irreverente, explosivo primario como rezaba en la canción homónima del Blossom, siempre volátil y físico en el escenario. Pero también es el hombre que ha sufrido en primera persona la depresión, la toxicidad asociada a los roles de género, y hasta un intento de suicidio. End of Suffering no es sino su valiente decisión de poner boca arriba sobre la mesa esas cartas de las que no se suele hablar, como exorcismo personal pero también para ayudar a aquellos a quienes se les esté haciendo demasiado difícil la partida contra sus demonios personales. ¿Cómo se traslada esto al directo? Tiene algo de catarsis colectiva la brutal honestidad con la que Frank se dirige al público y comparte detalles sobre sus momentos más bajos antes de abordar maravillas como Anxiety o la oscura Angel Wings, con el mensaje implícito de que de todo se puede salir y de que todo, a pesar de lo que parezca, pase. A base de pura franqueza, Frank Carter convierte sus conciertos en espacios seguros donde se comparten secretos y se respetan límites, donde sus fans cuidan los unos de los otros y donde se celebra la vida con una extraña hermandad, aún estando rodeada de desconocidos. Donde uno se lo pasa bomba.

Al mismo tiempo, se podría decir que Frank necesita actuar: esa relación con su público parece ser su terapia para sentirse invencible, desde la inicial A Butterfly Cant Love a Spider su conexión con el público es casi instantánea, y la cosa fue en crescendo hasta llegar a la intensa Acid Veins (que precisamente habla de ese placer/necesidad) o ese burlón juego de amores y odios que es I Hate You, con la que se acabó como es costumbre el concierto.

Los nuevos temas parecen sonar más rotundos que cuando les vimos a inicios de año en Francia, más rockeros, quizá por puro rodaje pero también gracias al apoyo de un músico de gira que le da un bienvenido punch extra de guitarras y teclados cuando al incombustible Dean le faltan manos. Kitty Sucker y Supervillain quizá fueran los que mejor funcionaron, aparte de los ya mencionados Anxiety y Angel Wings. Con Wild Flowers se hizo el ya tradicional pogo de chicas, y con Love Games se creó una pista de baile para que las parejas pudieran bailar lento. Sonrisas y camaradería por todas partes.

Pero si hay una franja del concierto que llevó a la multitud al éxtasis fue el trallazo en el que se sucedieron cinco temas espectaculares, capaces de aunar al público nuevo y el antiguo en un pit fervoroso: Juggernaut, Snake Eyes, Fangs, Lullaby y Vampires. La sala hervía y las primeras filas gritaban coreando cada palabra, mientras la banda saltaba y se retorcía echando el resto. ¿Crowdsurfing de Frank? Check. ¿Dean y él encaramados a una barra lateral cada uno, incitándonos a la locura? Check.

Te pueden gustar más las canciones nuevas o las antiguas, pero es innegable que los Rattlesnakes son, cada vez que nos visitan, mejores en directo. Hay pocas bandas que se entreguen hasta ese punto, sin dejarse ni un ápice de energía en el tintero. Sus conciertos son celebraciones de la vida, pequeñas burbujas milagrosas que dejan lo malo fuera y donde prima la espontaneidad y la diversión por encima de la perfección. Necesitamos más bandas así, o verles más a menudo.

Esperamos que no haya que esperar otros tres años hasta el próximo concierto en sala de nuestras serpientes favoritas. Si tienen colmillos, que nos los claven. 

 

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