El tiempo pasa para todos, pero algunos lo llevan mejor que otros: y Kylie Minogue dio ayer una lección de energía juvenil en su concierto en el Palau Sant Jordi de Barcelona. En esta gira, llamada Kiss Me Once, la diva australiana aúna su nuevo trabajo con joyas atemporales de su amplio catálogo de grandes éxitos.Si en su gira anterior a la ciudad condal la vimos envuelta en una monumental escenografía inspirada en la Grecia clásica, ayer en cambio la vimos explotar su lado más kitsch y pop en una puesta en escena en que brillaban más los atuendos de diseñador que el escenario, infinitamente más discreto que su predecesor heleno.
Aún así, sean cuales sean los golpes de efecto visuales sobre las tablas, ayer quedó claro que la principal baza de Kylie sigue siendo su inherente simpatía al más puro estilo girl next door y la elegancia que se destilaba de sus movimientos (siempre correctos, a ratos casi inocentes, alejados del comportamiento más descarado que abanderan algunas de las nuevas promesas del género). Fresca y sencilla, no se puede decir que Kylie no lo diera todo anoche.
En definitiva, una noche que tuvo sus momentos brillantes y otros menos acertados: la escenografía daliniana del comienzo del concierto puso el listón muy alto, mientras que el excesivo medley con estética cursi pasadísima de vueltas, con sus pelucones hiperbólicos y camisones rosas, nos dejó desconcertados (la cosa ya no remontaría hasta la llegada del número de la bañera llena de plumas).
De todas formas nosotros nos quedamos con lo bueno, que lo hubo y mucho, y es que fue una gozada presenciar el homenaje de Kylie a quien fuera su pareja, el desaparecido Michael Hutchence, versionando en una sexy penumbra el clásico de INXS I Need You Tonight. Eso, y que no hubo quien se resistiera a bailar con éxitos disco como Kids, Timebomb, I Should Be So Lucky y Can’t Get You Out of My Head.
FOTOS Y CRÓNICA: ROSARIO LÓPEZ