[CRÓNICA + FOTOS] SECRET VIDA: el festival de las sorpresas se consolida

6 y 7 Diciembre 2019. Finca Mas Solers. Texto y fotos Mariano Antón.

Los festivales de música no son ajenos a las tendencias actuales de vender experiencias, crear comunidad o fidelizar al cliente, casi se podría decir que es obligado en una época de géneros musicales difusos y carteles heterogéneos donde es imposible clasificar un festival por el tipo de música que programa. En esta búsqueda de la identidad propia y diferenciadora, el Vida Festival desarrolló la segunda edición de su versión de invierno, el Secret Vida, con un original planteamiento que marca por completo el carácter del mismo.

En el tránsito de la Masía al Casino, el Vida pierde el toque family friendly para vestirse de sofisticación, ayudado por la excelente localización que es la Finca Mas Solers de Sant Pere de Ribes, no en vano antigua sede del Gran Casino de Barcelona. Después de hacer algo de tiempo en el jardín, copa de cava mediante, el acceso a la Sala Hispano Suiza se realiza a través de un pasillo de espejos que se convierte desde el primer momento en un imán de selfis y que nos conduce hasta estar frente a la gran protagonista, una enorme lámpara de araña; el ambiente está al nivel de El Bosc de la edición de verano, si tan sólo hubieran puesto la barca del escenario El Vaixell para el más pequeño de los dos que hay en la sala…

 

Primera aparición del Maestro de Ceremonias Ángel Carmona, el nivel de energía tan inagotable como el repertorio de camisas llamativas, en la que explica la consigna que define el festival: el cartel no se conoce de antemano, los músicos se esconden tras un telón que se abre justo cuando se nombran, metáfora de un regalo que se abre ante el público asistente y combustible para especulaciones y quinielas de todo tipo. Se añade además un espíritu prescriptor muy marcado, según el cual durante el fin de semana se presentarán grupos poco conocidos que en el futuro pueden dar mucho que hablar, el éxito de Temples en la edición pasada sobrevolando el ambiente.

 

Abrió el festival María Rodés en uno de los mejores conciertos de la primera jornada, dulzura y suavidad en la voz, arreglos perfectos por parte de una banda tan precisa como sutil y esa mezcla de pop, copla y experimentación que lo mismo le lleva a cantar a los cuerpos celestes como a versionar a Lola Flores. El segundo presente de la velada fue a su vez la presentación de una de las bandas a descubrir, Jealous of The Birds, el proyecto de la cantautora Naomi Hamilton que consiste en un indie rock con toques lo-fi y la propagación de energía suficiente y en su justa medida, lo que le valió superar en desempeño a Fur, grupo de Brighton de inspiración sesentera y apenas dos años de existencia al que habrá que estar atentos en próximas visitas. Entre estas dos novedades se pudo disfrutar de Villagers y su folk rock intimista, en un buen concierto que fue de los anticipados en las quinielas de los más conocedores.

Maria Rodés

 

Jealous Of The Birds

 

Villagers

 

Fur

El plato fuerte de la noche fue servido por Manel, grupo en evolución constante que practica algo muy apreciado desde estas líneas y que no es otra cosa que divertirse en el escenario y contagiar al público. Los temas de Per La Bona Gent así como las adaptaciones de los viejos temas a la nueva sonoridad pusieron a buena parte del respetable a bailar. Les siguió el proyecto Egosex con su trance-jungle-blues en el que la voz de Wekaforé Jibril hace un amplio recorrido de ida y vuelta desde el soul al afrofuturismo pasando por Darkside, y a los que sólo se les puede reprochar haber elevado el listón en exceso antes de la actuación de Putochinomaricón, seguido en el cierre por parte de Machinda DJ.


Manel

 

Egosex

 

Putochinomaricón

 

La segunda jornada abrió confiando nuevamente el escenario grande a una artista local (recordemos que el cartel constaba de ocho bandas locales y ocho bandas extranjeras), en este caso Clara Peya y su deconstrucción del amor romántico con Estómac como órgano en el que radica el amor; una música tocada también con esa víscera en una interpretación llena de pasión, compromiso social y experimentación. Más convencional fue la propuesta de County Line Runner, alter ego de Adam Day que con apenas un EP muestra una actualización del rock clásico con ecos en su voz a Dylan y Springsteen, remembranza que le pone frente al espejo de War On Drugs, pero al contrario de estos últimos su paisaje musical es menos épico y más equilibrado. Una grata sorpresa para aquellos que todavía nos gusta el rock.

 

Clara Peya

 

County Line Runner

 

El primer grupo grande de la noche fueron los belgas Balthazar, unos viejos conocidos del Vida en sus vertientes de verano o compacta (Vida On The Road) en la formación actual o la hermana Warhaus. melancolía y elegancia a partes iguales y reparto del rol de cantante entre Marteen Devoldere y Jinte Depres con protagonismo de su última referencia Fever (Play It Again Sam, 2018). Cambio de escenario y cambio radical de planteamiento es el que ofrecieron el dúo anglo-koreano Wooze, cuatro sobre el escenario, cuya estética industrial a base de EPIs (cuánto daño Breaking Bad) conjugaba perfectamente con su sonido rítmico y en este caso nos sugiere nombres como Devo o Talking Heads, nada mal para un grupo que también cuenta en su haber un EP y varios sencillos.

Balthazar

 

Wooze

 

A partir de ese momento tuvo lugar la presentación de un grupo anticipado por muchos (no el que esto escribe, que todo hay que decirlo sacó un cero patatero en la quiniela) gracias a las pistas dejadas por la organización: banda cercana a Glasgow, que esté actualmente de gira, no haya pasado todavía por Barcelona… estaba claro. Algún jersey con la portada del Bandwagonesque ponía de manifiesto la astucia de su propietario, y en cuanto sonó el primer acorde de una de las mejores canciones para comenzar un concierto, About You, los escoceses Teenage Fanclub se hicieron amos del salón, sonido perfecto por parte de unos viejos rockeros (echamos de menos a Gerard Love y su Sparky’s Dream), y puesta en escena de una de las bazas de este festival, que no es otra que tener el privilegio de ver a una banda como esta en un recinto que permite tanta cercanía física y emocional.

Teenage Fanclub

 

Siguiendo la tónica de esta segunda jornada llena de cambios estilísticos bruscos, nada como pasar del power pop de Teenage Fanclub a la cumbia gallega de Ortiga, hombre orquesta con guitarra y soundsystem, reivindicando que el sonido urbano también puede ser rural. El último disco de Seratones se llama Power (New West Records, 2019), título que no puede ser si no una referencia a su lider y vocalista AJ Haynes, pequeña gran mujer parapetada tras una enorme (en sus manos) Fender, el flotar esponjoso de su tutú y su pelo afro, y un torrente de soul y rock a partes iguales, disputando seriamente el título del concierto de la jornada (o del festival). Con dos discos a sus espaldas, Seratones confirma que todavía hay cosas nuevas que contar, y de nuevas maneras, en géneros que ya se habían dado por amortizados, y nos recuerdan a gente muy apreciada en esta casa (Nikki Hill, Nick Waterhouse, etc.). El cierre del festival por parte de Buffett Libre DJ casaba con la metáfora del menú degustación propuesta por Carmona, un menú que haciendo balance nos ha satisfecho mucho y que marca una opción a explorar en esto de los festivales.

Ortiga

 

Seratones

About Mariano Antón

“Gracias por la música, misteriosa forma del tiempo.” Jorge Luis Borges. La fotografía de conciertos no es sólo la unión de mis dos pasiones, la fotografía y la música; es también la posibilidad de detener el tiempo en una nota, capturar la emoción del artista entre las sombras del escenario, transportar la atmósfera de la sala de conciertos al papel.
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