Ayer Razzmatazz se vistió de gala para vivir una noche llena de magia de la mano de una de las voces más únicas que se pueden disfrutar en directo: Anneke Van Giersbergen volvía una vez más a Barcelona para presentar su nuevo álbum en solitario, Drive.La noche empezó con menos público del esperado, mientras en el escenario nos esperaba la primera delicatessen musical de la noche con la suiza Anna Murphy y su misteriosa mezcla de metal, pop y folk. En directo su personal propuesta adquiere nuevos matices y desarma con su seguridad y eclecticismo, a pesar de la inicial imagen de timidez y dulzura de la cantante.
Acompañándose de su zanfona de aspecto céltico, la vimos crecerse a lo largo de la actuación, cada vez más segura y comunicativa con el público, cada vez más poderosa su voz. Nos quedamos francamente impresionados ante la sensibilidad y fuerza de canciones como Introspective y Twin Flames. Por fin una artista invitada para Anneke que sorprende, con personalidad propia y que parece poner un pedacito de su alma en cada palabra que canta.
Expectación en el ambiente y por fin fueron saliendo a escena los componentes de la banda de Anneke, encabezados por su marido y baterista, Rob Snijder, para envidia de los espectadores masculinos. Anneke no se hizo de rogar demasiado y en seguida la vimos aparecer, pelirroja, llena de energía positiva y preciosa como siempre, envuelta en los primeros acordes de la luminosa You Will Never Change.
Con ella llegaron los primeros gestos espontáneos con el público y sus característicos movimientos de brazos que parecían querer abarcar el momento, perfectos acompañantes de su torrente de voz que descargó sobre nuestras cabezas con increíble facilidad. En seguida se notó esa familiar reacción en cadena: la sonrisa natural y contagiosa de la holandesa se extendió por toda la sala en cuestión de segundos, alcanzando y transformando hasta al fan de The Gathering más escéptico. Siguió con Drive, otro tema nuevo bailable y de regusto pop en que la cantante volvió a conquistarnos con su simpatía y donde por fin se empezó a oír su voz al cien por cien después de unos primeros ajustes necesarios en el tema anterior.
A la tercera canción, y dando muestras de un setlist valiente, llegó por sorpresa la primera canción de The Gathering de la noche, ese gran clásico emocionante que es Saturnine. No sería la única visita al recuerdo de la banda por la que todos la conocimos: pudimos disfrutar también de Even The Spirits Are Afraid con su sección rítmica lenta y sensual y uno de los momentos cumbre de la noche llegó con Strange Machines al borde de los bises. Sonó tan poderosa y metal como siempre, llevando al público al éxtasis entre una marea de headbanging y de coros sin precedentes. Por ella no pasa el tiempo. La cuarta joya del directo fue Leaves, que resultó la vencedora de un duelo de aplausos del público que se disputó con Broken Glass, uno de los momentos más espontáneos y divertidos de la noche porque los fans, sobreexcitados, demostraron claramente que querían escuchar Leaves mucho antes de la ronda de aplausos, trolleando el experimento democrático de Anneke para risas de todos. Fue un verdadero lujo poder escuchar Leaves interpretada por la voz desnuda de Anneke, acompañada sólo de su nueva teclista, en una interpretación cálida y tan angelical que la música pareció llegar a tocarnos.
Pero sería injusto limitar los grandes momentos del concierto a las versiones de The Gathering, porque el setlist fue el mejor que le hemos visto hasta la fecha en su carrera en solitario y la interpretación, coherente y emotiva. La vimos recuperar el hit Stay, de su disco anterior, pura energía rock, y You Want to be Free, y alternarlos con lo mejor del último álbum: We Live On, The Best Is Yet to Come, My Mother Said y los ecos arabescos de la soberbia Mental Jungle. Pero si hubo un momento que nos puso el vello de punta, ese fue sin duda su interpretación a solas con su guitarra acústica de la escalofriante 1000 Miles Away from You. El mundo se detuvo.
En definitiva, una noche memorable de la mano de una artista sin nada que esconder, tan sincera como femenina, enamorada de la música y demostrándolo con cada nota, con una comunicación envidiable con su público y una humildad y simpatía sin igual. Sabemos que el título de The Best Is Yet to Come, con la que cerró el concierto, fue premonitorio, y ya estamos pensando con una sonrisa en la próxima vez.
Fotos y crónica: Rosario López
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