“There is no vestige of a beginning no prospect of an end”. No encontramos ningún vestigio de un comienzo, no hay perspectiva de un final. Esto declaró James Hutton durante su vida, poniendo las primeras piedras de la consideración del tiempo profundo. A mi esto no me lo enseñó Hutton, me lo enseñó el señor Greg Graffin, Doctor en Paleontología Evolutiva por la Universidad de Cornell, profesor de la Universidad de California, y sobre todo conocido por ser el vocalista de Bad Religion.
Pocas líneas después, Graffin declama algo así como que el pasado y el futuro confortan la curiosidad, pero que nuestra raíz es solamente el presente. Un presente que se modifica sin pausa, a una velocidad constante de una hora cada hora, de un minuto cada minuto. Ese presente, en algún punto atrás, reunió dos proyectos artísticos tan a priori distantes como Niño de Elche y Toundra para dar a luz algo que confortará nuestras memorias, algo que es ya memorable: el combo con infinita vida propia Exquirla.
Estos cinco seres humanos han transcendido en su reunión muchas de los horizontes que mantenían por solitario. Su disco, Para quienes aún viven, es una gran obra, uno de esos momentos especiales que, quien sabe, no sea posible repetir. Porque tuvo un tiempo, un lugar, y un sentido. Un momento dado que reunió sensibilidades orientadas hacia un mismo lugar, y la creatividad de cinco (más uno, claro, el omnipresente Enrique Falcón y sus versos desgarradores) que sintonizó en perfecta armonía para crear una pequeña gran joya.
Tras casi un año haciendo cada presentación como si fuera el fin de una era, Exquirla se despiden de Madrid, en el antepenúltimo concierto de esta serie de acontecimientos pequeños a nivel cosmológico, pero grandes para el presente de muchas almas. Si he de reducir su actuación a parámetros convencionales, no hay discusión que el resultado del engranaje formado por la puesta en escena y la interpretación fue conmovedor y profundo. Pero eso queda en ese presente que se ha ido, del que no tenemos control.
Por cierto, el encargado de abrir la noche fue Xisco Rojo, en la primera de las fotografías, quien arrancó con nervios que acabó convirtiendo en fuerza como perfecta antesala a lo que llegaba después.
Texto y Fotos © Mariano Regidor