Al lector habitual de esta página no le resultará extraña nuestra predilección por el AMFest, por varios motivos que también incluyen los musicales, pero no sólo. Es la fidelidad a la música que mueve las entrañas de un cierto sector, el amor por lo que uno hace y sobretodo por hacerlo de la forma que lo hace, en una época en que todo tiene que ser más grande, más extenso y más businesswise. Seguramente se paguen peajes por ello, pero el estilístico no es uno de ellos, y año tras año el cartel del ”festival de músicas incómodas, ruidosas y experimentales” (sic) rinde tributo a esta breve y acertada definición. Sigue leyendo